miércoles, 17 de junio de 2009

EN ESTE PAÍS
(22-8-2000)
JUAN GARODRI




Aunque en este país no se lleva proclamar, al menos en voz alta, lo que a uno le enseñaron de chico, yo me atrevo a proclamar algo que me enseñaron entonces, a saber, la definición de mentir. Iba el señor maestro y te preguntaba:
—¿Qué es mentir?
Y tú, con la breve contundencia del convencimiento, respondías:
—Mentir es decir lo contrario de lo que se piensa—. Y te quedabas tan ancho.
Mucho más difícil resultaba definir el concepto de hipocresía. La hipocresía era una idea confusamente dañina de inextricable definición, ya digo, pero de fácil aplicación por cuanto enseguida tildabas de hipócrita al amigo que simulaba un acercamiento cariñoso para conseguir sus fines pero que te volvía la espalda una vez conseguidos. Mientras la mentira se aplicaba a la mendacidad de la palabra, la hipocresía se ordenaba al falseamiento de la conducta.
Pero eso era antes. Ahora circulan ambos conceptos cogidos de la mano, o del brazo, o de la cintura, en una perversa, tal vez perfecta, simbiosis de mendacidad e hipocresía. Al menos en este país.
No tienes más que hojear la prensa nacional y aparecen las declaraciones de algunos mandamases y demás prohombres enfáticos, esos diosecillos de la gobernabilidad que dirigen nuestros destinos y descosen el forro de nuestros bolsillos. Bien. Lees sus declaraciones y se agarran a la simbiosis entre mentira e hipocresía, arriba señalada, para ocultar el nombre de España. En este país, dicen. Un íntimo rubor surgido de las profundidades de la corrección política —lo políticamente correcto, aseguran— les impide pronunciar el nombre de España para evitar la herida de las susceptibilidades, como si España fuera la fulana baboseada que debe mantenerse oculta. Y se agarran a la tabla salvadora del eufemismo, más o menos conscientes de que su eufemismo no es más que una mentira.
Bien está el uso del eufemismo en determinadas y comprometidas situaciones. Siempre hubo eufemismos de conmovedora cursilería. Aquello del “estado de buena esperanza” y lo de “hacer pis”, por ejemplo, unido a lo de “pompis” y otras delicadezas fisiológicas, retrotraían al hablante a una situación prenatal lindante con el limbo. Pero la actual proliferación del eufemismo social-igualatorio, la del económico-depredatorio y la del político-simulatorio resulta cuando menos descacharrante. Para qué citarlos. Patético, sin embargo, resulta el hecho de que se avergüencen de pronunciar el nombre de España. En este país.
Así que te quedas de piedra cuando lees, a continuación, que donde más se trabaja de Europa no es en Alemania, no. Uno siempre había creído que en Alemania el personal tenía la cabeza cuadriculada para inventar y los brazos nervudos para trabajar. En consecuencia, creías que los alemanes se dedicaban a trabajar sin descanso para recuperarse a todo meter de los desastres de la Segunda Guerra. Pues resulta que no. Ahora resulta que donde más se inventa es en España, perdón, en Este País, y que donde más se trabaja ¿sabes dónde es? Pues donde más se trabaja es en España, perdón, en Este País. Así lo confirma un informe elaborado por la UE.
Para que luego digan los cagaleches que España, perdón, que Este País es el culo del mundo y que jamás nos lucirá el pelo porque lo tenemos así de sebáceo de tanto darle el sol en el fútbol, en los toros y en la mierda de los chiringuitos.
Además, cuando en Alemania se trabajaba más que en ningún otro sitio era debido a la perfecta organización de los estamentos industriales. En cambio en España, perdón, en Este País, si se trabaja más, cosa que el cagaleches duda, es debido a que se explota al trabajador y a que se le da cuerda a la economía sumergida.
A mí me parece que el personal, en Este País, es casi visceralmente hipócrita (aún a riesgo de exageración adverbial). Partidario, al menos, de la mentira política. ¿Por qué? Porque se aparenta la izquierda pero se siente la derecha. Como un orzuelo o un rabanillo, pero se siente. No tienes más que observar al que camina con el periódico bajo el brazo. Si ha adquirido El País, lleva el titular bien a la vista, con desenfado y prestancia, para que se aprecie su tendencia progresista (me refiero a la tendencia del adquirente). Si ha adquirido el ABC, lo oculta con la portada de El Cultural, para que el gentío advierta que lo ha comprado, simplemente, porque le interesa la información literaria y artística. Si ha adquirido La Razón, lo esconde cuidadosamente tal como se esconde la prevaricación o la pornografía. En Este País nadie compra el Marca (¿por qué será el diario de mayor tirada si nadie lo compra?), esa expresión derechona y semianalfabeta del fútbol, según los cagaleches. Todo el mundo, sin embargo, le echa una ojeada, o dos, en la barra del bar para acompañar el trago de cerveza y la fagocitación de la tapa.
En Este País todo el mundo es de derechas, qué coño. Dile al gentío que deje de consumir a lo tonto. Dile que se preocupe por los inmigrantes. Dile que se preocupe por el hambre en el mundo. Dile que se preocupe por el problema del racismo. Dile que se quede en casa los fines de semana. Dile que contamine menos y que conserve la naturaleza. Anda, díselo. Y te tiran a la cara los envases de vidrio.
En este país todo el mundo aparenta ser de izquierdas pero intenta vivir como si fuera de derechas. Hasta los cagaleches.

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