miércoles, 24 de junio de 2009

PAPEL HIGIÉNICO
(21-11-2000)
JUAN GARODRI


Hacía tiempo que no sabía nada de un colega al que conocí hace unos años, cuando 'predicábamos' por los Ceps la implantación de la Logse. Insistíamos mucho en que era una extraordinaria Ley de Educación, aunque nunca llegué a comprender por qué nos empeñábamos en afirmar que, sobre todo, era una ley progresista. Tal vez la afirmación de progresía se debiera a la imposición, más que al convencimiento, de que los procedimientos de adecuación de la enseñanza significativa fundamentados en orden a los principios basamentales de la psicología evolutiva no pueden secuenciarse integralmente si no es en base a los marcos de contenido de la evaluación formativa que contempla de forma sistemática la integración total de la mujer y su rol en el proceso de enseñanza-aprendizaje del entorno significativo de cara a los planteamientos actitudinales y libres que es lo que en realidad fundamenta el conjunto progresual del acto educativo dentro de un acuerdo marco docente y pluralista. (¡Flop, aire!).
Así que ayer entré en Internet y me encontré con las noticias del colega. Me había enviado un e-mail que decía así:
«Mi muy estimado Juan: Supongo que seguirás por los medios de comunicación la cantada de la ministra. Todavía no se han apaciguado las aguas del decreto de Humanidades y ahora nos sale con el de las Enseñanzas Mínimas. Vamos, que quieren cargarse la Logse y, lo que es peor, el espíritu de la Logse, la educación, en definitiva. Como sigan así, nos obligarán a volver al desarrollo de los conceptos y los conocimientos, tendremos que volver a la actividad retrógrada y antiprogresista de imponer a los chavales la adquisición de aquello que llamaban “los saberes”, como si la fundamentación psicológica se asentara en la enseñanza en lugar de asentarse en el proceso educativo. Fíjate, qué insensata la Ministra. Es que la ha cagado. Pretende sustituir con horas de Historia las horas del diálogo educativo y de los debates en las aulas, ninguneando las actividades formativas, cuando es en ellas donde se sustenta la esencia del acto educacional. Olvida la Ministra, o lo ignora, que no hay nada más importante, desde el punto de vista de un itinerario educativo, que el hecho de contrastar opiniones acerca de las capacidades individuales para interpretar el entorno interpersonal y social, para utilizar adecuadamente fuentes de investigación medioambiental, para elaborar pautas en las que fundamentarse en el complicado proceso de transición a la vida adulta, para reflexionar sobre las intrincadas responsabilidades de la convivencia cívica, para trabajar, en fin, en su propia formación integral de ciudadanos y ciudadanas responsables, democráticos, europeos y libres. ¡Y quieren cargárselos! ¡Quieren cargarse la educación, quieren cargarse la relación humana y dialogante, cuando esto es lo que constituye la máxima expresión, la quintaesencia del trabajo asentado en las profundas convicciones de la tarea educativa! Así que la ha cagado, la Ministra. Y va y pretende sustituir las tareas escolares con horas de Historia, cuando es bien sabido que la Historia no existe. Así, al menos, lo afirma Manuel Vicent, pedazo de escritor, en su última de El País, «la Historia no existe», dice, «sólo es ideología». Ahí está el busilis de la cuestión. Porque «depende de cuál sea la ideología del poder en cada plan de estudios una u otra bandera será desplegada ante unos chotos llenos de granos que ocupan las aulas». Frase extraordinaria de Manuel Vicent, pedazo de escritor, si no fuera por lo de los chotos. Habrá que perdonarle la alusión despectiva hacia los alumnos, alejado como está de la tarea de las aulas, concentrado en su propio talento. Y no sólo con el decreto de Humanidades. Es que ahora la sigue cagando la Ministra cuando amenaza con la imposición de las Enseñanzas Mínimas al curso que viene. Ahora que estábamos a punto de conseguir una nueva optativa, nos la chafan. Una optativa tan importante para desarrollar la igualdad entre los sexos, Plancha y Costura creo que iba a llamarse, los alumnos aprenderían a coser un botón sin pincharse y a planchar una camisa sin quemarla, en Holanda lleva más de cien años como asignatura, perdón, como materia obligatoria y los holandeses son pioneros en lo de la igualdad y no, como cree la gente, en lo del queso, los molinos y los sex shops, que hay muy mal intencionado por ahí. Así que nos han birlado lo de Plancha y Costura porque al ampliar las horas de Historia, Lengua y Matemáticas, esas antiguallas de la conservaduría derechona, hay que reducir necesariamente las horas dedicadas a los itinerarios educativos. Y así pasa lo que pasa. Si el sistema se empeña en poner obstáculos a la educación, obsesionado por la adquisición de conceptos y conocimientos, no es de extrañar que surjan casos como los que han surgido estos días en Huelva, en Granada o en San Roque, Telecinco lo ha difundido, no te miento, el día 18 en el telediario de las tres. No es de extrañar que los alumnos se obstinen en agredir a los profesores, perseveren en el deterioro del material escolar, se afiancen en actitudes ultrajantes y, en fin, eructen como hipopótamos y se tiren pedos como caballos. En fin, amigo Juan. No sé adonde iremos a parar. La cagada de la Ministra va a untar de ignominia la idea de una educación progresista».
Imprimí la carta y me dispuse a leerla con detenimiento, olvidada como tengo la fraseología educacional. En estas que llega mi tío Eufrasio.
—Qué haces —me dice.
—Nada —le digo—, aquí leyendo el correo electrónico, mira a ver si te interesa el contenido.
Leyó el folio impreso con cierta reticencia. Cuando terminó, me puso la mano en el hombro, me miró despacio y me dijo:
—No te sugiero que te limpies con él porque el papel higiénico es más suave.
Y se fue.

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