lunes, 22 de junio de 2009

LOS KILOS Y LA MUGRE
(9-9-2000)
JUAN GARODRI




¡Marchando, otra de fútbol!
Me había jurado a mí mismo no escribir de fútbol este inicio de temporada liguera. El asco de la sobreabundancia monetaria, esa náusea esofágica de la indigestión y los retortijones, me produce una especie de flatulencia desagradable y grosera, por no decir indecente, en el punto de referencia de mi afición al fútbol, una afición que viene de antiguo pero que se encuentra mermada en la actualidad, como esos pantalones pordioseros que alguna vez fueron nuevos flamantes y están ahora desgastados por el uso indebido del pedorreo y la bragueta.
Así que me prometí no hablar de fútbol. Era una promesa asentada en la certidumbre del desquiciamiento. ¿Hay algo más desquiciado, ahora mismo, que el negocio del fútbol? Sacar una cosa de quicio es sacarla de su estado natural y violentarla.
Después de un verano tan estúpidamente desnutrido de información futbolística —sólo se ha hablado y escrito de traspasos y dinero— se le quitan a uno las ganas de insistir en la cosa del fútbol. Es como si los dedos se te pegaran después de manipular la mugre. Pero me es imposible.
En el fondo, es el mismo carril que el que soportan las revistas del corazón. Mientras éstas llenan páginas y páginas exponiendo las complejas intimidades de los famosos, de los ex de las famosas, de sus nuevos compañeros se(nti)mentales, de las encamadas y turbias relaciones de unos y otras, de la idiocia permanentemente dorada del fango —un fango acrisolado en el amarillo resplandor del dinero, única contraseña para adquirir el efímero resplandor de la fama, soporte indispensable para sobrevolar la rutilancia de la vaciedad—, las páginas deportivas llenan también sus tiradas diarias con no menor abundancia de informaciones en torno al resplandor de los millones y al poderío petulante de los llamados clubes poderosos.
Dije antes que había sido un verano estúpidamente desnutrido de información futbolística. Me refiero a que la prensa deportiva apenas habla de fútbol. Habla de los millones que se mueven en torno al fútbol. (Millones designados, además, con el estúpido neologismo de ‘kilos’).
Y así, un día tras otro, aparecía la noticia fulgurante de los kilos a los que se alzaba el nuevo contrato de Raúl, o los kilos que había costado la cláusula de rescisión de Luis Figo, que resulta que no se llama Luis Figo sino que tiene un nombre muy cumplidamente portugués, en fin, Raúl y Figo, inscritos en el club de los mil kilos anuales, más de ochenta y tres kilos mensuales, más de dos kilos y medio cada día, más de 114.155 pesetas la hora, casi dos mil pesetas al minuto, treinta y dos pesetas cada segundo.
(Dos carrerillas de Figo y de Raúl, sin apenas arrancar a sudar, supone la ficha anual de la mayoría de los jugadores del Coria. Y éstos meten goles, a veces, tan bonitos como los de Raúl, aunque los de Raúl sean golazos, dicen).
Y mientras el Mérida desaparece, los presupuestos reunidos de todos los clubes de Primera división en España ascienden a la escalofriante cifra de 127.000 millones de kilos. Y si en el mundo el negocio del fútbol mueve unos 28 billones de pesetas (con b de burro), en España no es poco lo que deja tras de sí dicho negocio, porque con su medio billón de kilos se afilan los dientes de la depredación mediática.
No es de extrañar que, en estas circunstancias, la televisión esté dispuesta a pagar el 51 % de los ingresos de un club español y que la FIFA y la UEFA anden a cantazos para ver quién se lleva el gato de los millones a su agua particular.
La parte antideportiva, antifutbolística, la parte asquerosamente obscena del asunto se me antoja que está en el hecho de que la mayoría de los clubes está endeudado y pierde dinero. El Real Madrid, C.F., por ejemplo. Ahora sale Florentino Pérez y dice que el Madrid debe 46.000 millones de pesetas (dejemos a un lado la bobada de los kilos), deuda neta, y que “el Real Madrid vive de milagro”. El Real Madrid, representante de la gloria nacional, representante de la oficialidad futbolística, representante, como poco, de la raza mesetaria, el Real Madrid, glorioso a más no poder con la gloria del hexacampeón o heptacampeón, no recuerdo, de Europa. Ahora resulta que el Real Madrid es un tramposo, a lo que parece. Tramposo es el que debe y no paga. Y si debe más de 46.000 millones es porque lleva mucho tiempo sin pagar. Y uno, como el pardillo que se ha caído del nido, pregunta: ¿Cómo es posible que un club se endeude de una forma tan astronómica? (Entendido lo de ‘astronómica’ por lo desmesuradamente grande de la deuda). ¿Cómo es posible que se viva con la alegría del rico y se deba con la miseria del pobre?
Resulta que a mi tío Eufrasio lo llevaron al juzgado por no pagar una multa de 25.000 pesetas cuando mató los tordos que le comían las aceitunas, y a los clubes tramposos nadie es capaz de mojarles la oreja.
En fin, amigo, qué quieres que te diga. La idiotez mediática magnifica el negocio del fútbol y empobrece la gloria del deporte. No sé cuántos partidos veré esta temporada. Desde luego, ni uno de primera división. Pero una cosa es cierta. Los millones de kilos de los grandes clubes han calcinado (reducido a cal viva) mi afición al fútbol.
La mugre del fútbol.

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