viernes, 12 de junio de 2009

HÁGASE LA LUZ
(16-5-2000)
JUAN GARODRI


Era de noche y, sin embargo, llovía. Esta falta de coherencia semántica es sólo aparente. Porque efectivamente era de noche. Y aunque es notorio, dentro de la obviedad, que llueve también de día, y no sólo de noche, puedo asegurarte que la razón de estas líneas obedece a que llovía sin parar, a pesar de ser de noche, cuando podía haber llovido a cántaros, o a torrentes, mientras era de día y no mientras era de noche. Pero, naturalmente, nadie puede dominar la voluntad acuífera de las nubes. De manera que llueve cuando a ellas les sale de las narices, o sea de su densidad mismamente.
En realidad no tiene importancia que llueva de día o de noche. Pero, para mí, sí la tuvo. Porque aquella noche que llovía tantísimo, no había luz. Ya sé que es connatural a la noche la ausencia o carencia de luz. Y que una noche sucede a otra noche con esa cicleidad rutinaria que embalsama los días. Y que, cada noche, las tinieblas se imponen con la característica profunda de lo negruzco. O sea, que ninguna noche hay luz.
Pero no me negarás, amigo, que lo que ya no es tan natural es que durante la noche tampoco haya luz eléctrica. Y surgen las tinieblas improvisas, y te levantas del sillón, envuelto en la excandecencia del juramento y la mala leche, cagándote en el Servicio Eléctrico Municipalizado, o lo que sea, EMDECORIA, S.L. se llama, o algo así, que ni es servicio ni es nada, cabreado te levantas del sillón, ya digo, porque estás 'voyeurizando' ese bodrio más esperpéntico que incruento del Gran Hermano (vaya pisada que me hizo Martín Tamayo el otro día, que ya tenía yo preparada la diatriba y tuve que tirarla a la papelera), magnetizado por la voz de la Milà, esa voz encarecidamente insoportable de los sargentos y otros mandos, fuera la luz, de pronto hace el televisor click-clock, click-cloc, y a hacer gárgaras la fuente de alimentación eléctrica del televisor, y me acerco a la cocina a buscar una vela y oigo al frigorífico catarraclok- catarraclock, una locomotora doméstica y jadeante, eso era el frigorífico, y a hacer gárgaras la fuente de alimentación eléctrica del frigorífico, y vuelvo al salón y oigo al video pataclick-pataclock, y a hacer gárgaras la fuente de alimentación eléctrica del video.
Y así llevamos cerca de un mes. Y la empresa EMDECORIA, S.L., o lo que sea, ni se entera, compañía eléctrica propia del Ayuntamiento, se supone que para solventar los problemas o fallos de fluido eléctrico cuando la compañía IBERDROLA, de la que es abonado el Municipio, nos regala estos maravillosos cortes de luz que nos proporciona todas las noches (y los días, y las tardes y las mañanas), a todas horas, el Servicio (¿servicio?) Eléctrico.
A ver si se enteran los del Ayuntamiento. La luz está en el origen de todo. La luz como símbolo de un principio que precede a las demás realidades. Todas las cosmogonías, las culturas antiguas, las filosofías étnicas, más o menos, pretendieron explicar el acontecimiento de la vida como una derivación que procede de la luz. Incluso los más recientes descubrimientos científicos se han referido a uno de los estadios primeros del cosmos señalando que “había electrones, protones y había luz”. La luz, ese elemento constitutivo de la realidad física inicial, según señala Federico Revilla en su diccionario de Iconografía.
Son innumerables los ejemplos que podrían aducirse para justificar la fecundidad simbólica de la luz. En el evangelio de Juan, la luz era el Verbo de Dios. En las más arcaicas edades (ritos aztecas, por ejemplo), el esfuerzo humano se producía para alimentar la luz, considerándola algo perecedero pero imprescindible. Las impresionantes vidrieras góticas, para atrapar la luz, en realidad atrapaban el símbolo de la omnipresencia divina y del conocimiento. Hasta en los ‘bocadillos’ de las historietas gráficas, la luz (la bombilla) en la cabeza de Mortadelo simboliza la fecundidad de la idea.
Todo este rollo histórico-culturalista no vale para nada en Coria. Ni en Coria, ni en Moraleja, ni en la Sierra de Gata. Los usuarios de ordenadores y adictos a Internet se suben por las paredes, hartos de inutilizar parte del trabajo y de utilizar el scan disk. Las emisoras locales ven interrumpidas ignominiosamente sus emisiones y su publicidad. El gentío no cesa de protestar contra las gestiones municipales, que valen de poco, a lo que se ve, para solucionar el problema.
—¡Esto es vergonzoso! —clama el personal en cada esquina, en cada acera—, ayer se me estropeó la lavadora! ¡Todo el pueblo debía de protestar ante el Ayuntamiento!.
Y todo el mundo a pagar al técnico que le arregla el desperfecto. Y todo el mundo cagándose en los pudrideros personales porque cada dos por tres se quedan a dos velas además de pagar facturas por un servicio eléctrico tercermundista.
(Yo mismo he sido víctima de la tropelía eléctrica. Cuando al frigorífico le entró el tembleque porque se le iba y se le venía a intermitencias el fluido eléctrico, e hizo lo de catarraclock-catarraclock, me dirigí a un técnico, lo reparó y le pagué. La factura fue elevada porque al aparato se le ‘había ido’ uno de sus dos motores. Después me dirigí al Ayuntamiento. Allí me sugirieron que reclamase al seguro del piso, compañía aseguradora AXA. El agente del seguro me indicó que me dirigiese a la sede central de la compañía. Telefonazos a 160 pesetas minuto. En la central me pidieron facturas, fotocopias de facturas y justificantes demostrativos de que la avería había sido producida por ‘daño eléctrico’. Han pasado varios meses desde entonces. Reclamo de vez en cuando y la compañía me asegura que no me pagará hasta que ella no reciba a su vez el dinero de Iberdrola, o de quien sea. Le dije a AXA que para ese viaje yo no necesitaba las alforjas de su falsa protección aseguradora, y que más valía que me pagara en vez de gastarse tanto dinero en sus campañas publicitarias. Ni caso. Por si fuera poco, estos días se me ‘ha ido’ el vídeo y el televisor. He vuelto a pagar facturas gordas porque los técnicos no se cortan, que esa es otra, y otra vez al mareo de las reclamaciones, para nada.
Mientras tanto, el personal, indefenso, recurre a su derecho al pataleo como en las sociedades predemocráticas. Mientras tanto, el Ayuntamiento procede a un supuesto y despectivo lavado de manos e Iberdrola responde a las reclamaciones proclamando su inocencia porque las ‘anomalías’ son producidas por los nidos de cigüeña que inundan los postes eléctricos. Una buena ñorda de cigüeñino les plantaba yo en la solapa a los mandamases.
Envuelta en las facturas, claro.

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