miércoles, 24 de junio de 2009

LO INSÓLITO
(23-12-2000)
JUAN GARODRI


Hay quien piensa, y yo no le quito la razón, que el hecho diferenciador entre las personas se asienta en la veneración de lo inusitado. Una persona es diferente si actúa (o razona) de forma distinta (desacostumbrada o no usual, es decir, inusitada) a la forma en que actúa el resto del gentío. Piensan que, según el dicho del clásico (Aristóteles o alguno de ellos), lo inusitado siempre es sorprendente y, por tanto, fascinante. No obstante, me atrevo a indicar que confunden lo inusitado con lo insólito. Porque aunque ambos términos puedan incluirse en el mismo campo asociativo, el de lo desacostumbrado, existe entre ellos un ligero matiz que los diferencia significativamente en tanto en cuanto lo insólito se define dentro de lo extraño, raro o chocante, dentro de lo inverosímil, en suma, mientras que lo inusitado se refiere más bien a lo inhabitual o infrecuente.
Vamos, pues, por el camino de lo insólito, rozando casi los vericuetos de la verosimilitud. Y así, resulta que el Ayuntamiento (por lo de la cultura y eso) me invitó al acto académico de la Apertura oficial del curso del Centro Asociado que la UNED tiene en Coria. La lección inaugural, Auge y crisis del estado de bienestar, fue dictada por Juan Antonio Gimeno Ullastres, catedrático de Economía Política. El conferenciante se expresó con la claridad y precisión propias de quien se mueve con soltura en su ámbito docente. Hasta aquí, bien. Lo insólito aconteció cuando, de improviso, desde el fondo de la sala, con la fluencia suave del agua, empezaron a sonar las voces conjuntadas del 'Ars Nova' de Pepe Neria. Ya se sabe lo que son los actos académicos, proverbialmente asociados con la pesadez y el ladrillazo. Por eso mismo resultaba insólito que el Veni creator descendiese mansamente, casi como una paloma gregoriana y litúrgica, o que el Gaudeamus igitur se elevase poderosamente, como un águila de la polifonía académica.
Era extraño, sorprendente y casi maravilloso escuchar, en el reducido espacio de la sala, la pureza y gravedad de las voces, tan conjuntadas, tan empapadas, tan plenas de sabiduría musicalmente armónica, en medio de un silencio cuasi religioso, mientras interpretaban una habanera o un villancico. (No sé a qué coños espera 'Ars Nova' para sacar un compacto, o lo que sea, para brillar con luz propia, con tanto zurriagazo enlatado como suena por ahí).
Y no paró ahí la cosa. El vino de honor fue en Casa Campana. (Si TRN no me tira de las orejas por publicidad encubierta, te la recomiendo cuando vengas a Coria). Y allí siguió Pepe Neria con la maravilla interpretativa de su grupo. Las bóvedas del pequeño restaurante y la solidez de la muralla romana conservada en las paredes, absorbía la conjunción de las voces en medio de una sonoridad ultracrónica y medieval. Una delicia. Además del vino y el papeo, naturalmente.
Siguiendo por el camino de lo insólito, no hay más remedio que aludir a la eliminación copera del Real Madrid. Inverosímil. Insólito e inverosímil. Y mira que lo siento por César, a quien saludo amistosamente cuando se da una escapadita por Coria, fue alumno mío, y alguna vez jugué con él al tenis. Pero no encajan los datos. Y en ello reside precisamente la inverosimilitud. El presupuesto del Real Madrid asciende a 33.500 millones de pesetas, el del Toledo a 300. El Real Madrid tiene 62.000 socios, el Toledo 2.000. El sueldo medio de cada jugador del Madrid asciende a 350 millones al año, el jugador del Toledo cobra 4 millones al año. Cada partido en el Bernabéu son unos 90 millones de taquilla, cada partido en el Salto del Caballo 250.000 pesetas. Y va el Toledo y le pega el baño al Madrid y lo elimina. Si esto no es algo raro, chocante, extraño e inverosímil que venga Dios y lo vea.
Aunque quizá no sea tan insólito. Al fin y al cabo, los jugadores puede que no sean iguales en el poderío económico, pero son iguales en la cuna, en la sepultura y en el retrete. Lo insólito, pues, no está en el resultado de un partido de fútbol. Lo insólito está en las diferencias abismales, abisales más bien, esas zonas del mar profundo de las ganancias, que tan injustamente separan a unos y a otros.
Siguiendo los vericuetos de lo insólito, un acontecimiento ha descolocado la tapia de mis verosimilitudes. Siempre se había oído decir de algún despistado que lo estaba «más que una monja en una verbena», dado lo insólito que resultaría la contemplación de una monja saltando alocadamente entre decibelios y cubatas. O que a la tía Ernestina le sentaba el foulard «peor que a un santo dos pistolas», dado lo insólito que resultaría la visión surrealista de un san Francisco armado de canana y dos colts calibre 45, cual un John Wayne de la imaginería religiosa.
Sin embargo, me ha descolocado, ya te digo, el hecho de por sí insólito de que un sacerdote haya apuñalado a otro en Madrid. Esas manos preparadas para el crucifijo, han preferido el puñal. Esas manos ungidas para el perdón, han elegido el odio. Esas manos alzadas para la paz, han proclamado la violencia. Después, incapaz de soportar la oscuridad de su pesadilla, el agresor ha aparecido muerto a las puertas del Retiro, humillado por el abandono surrealista que se compadece en los cuerpos con la obscenidad de la muerte, carcomido por el desamparo suicida de la propia identidad. Me ha descolocado la insólita y sombría naturaleza del asunto, ya te digo.
Mi tío Eufrasio me dice que estoy rozando los límites de la cutrería columnística, que el buen artículo tiene que referirse a un solo tema, tocarlo, comentarlo, desarrollarlo.
—Lo sé —le digo—, pero no he podido sobreponerme a la pluriforme influencia de lo insólito.
Le he prometido la enmienda.

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