domingo, 3 de enero de 2010

UNA DE FRASES
JUAN GARODRI
(1-3-2008)


De Bello Gallico. César: «E sinistro cornu inimici pila eiecebant». Me las tragué enteras. Las frases del pasado lunes entre Zapatero y Rajoy. Porque debate no hubo. Fue un florilegio de frases arrojadizas. Fue una representación entre contrincantes para darse caña recíproca. Fue una alegoría política de altisonancias lastradas por datos interesados. El debate es un acto propio de la comunicación humana que consiste en la discusión acerca de un tema polémico entre dos personas, o grupos de personas. Carácter argumentativo. Un contendiente expone su opinión y la defiende con argumentos razonables. Otro contendiente rebate esa opinión con argumentos razonados. Los debates no los gana necesariamente la muestra de los sondeos de opinión (sesgados por la inclinación pertinente a quien los realiza), los gana quien sabe sostener mejor sus ideas. Así que pienso que no hubo debate, porque me parece que el acto careció de carácter argumentativo. Los contendientes se limitaron (extralimitaron quizá) a exponer cada uno las cargas de profundidad preparadas para hundir al adversario, pero no hubo argumentación de ideas para demostrarlas, ni refutación de ideas para rebatirlas. Me pareció que los contendientes se hallaban anclados en una especie de diálogo para besugos político con la intención única de sacar a relucir datos, bien denigratorios para el contrario o su partido, bien laudatorios para sí mismo o su partido. Todo sonaba a algo ya dicho por ambas partes en los últimos cuatro años. Hubo más actuación (jouer le rôle) que debate. Actores que representaban un papel predefinido. Cada uno se aferraba a su tema sin tener en cuenta el tema del contrario, salvo en los ataques personales. «Omnis homo mendax», se lee en la Biblia. Talleyrand dejó dicho que «se nos da la palabra para ocultar el pensamiento». Al «homo homini lupus» de Hobbes, un latinista irónico añadía a mi lado: «politicus politico lupior» y «candidatus praesidenti lupissimus». Lástima terminar con dos latinajos macarrónicos, porque ‘lupus’ no admite gradación adjetiva.


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