sábado, 2 de enero de 2010

UNA DE CACHETES
JUAN GARODRI
(15-12-2007)


Es asombroso. Lo de los cachetes. Pues nada, que ahora van y salen los expertos y aprueban que el cachete es saludable para poner límites a los niños. Si es saludable, quiere decir que no es perjudicial para la salud. ¿Hay alguien que esté de acuerdo con semejante despropósito? Es tremendo. Un golpe que se da en la cabeza o en la cara con la palma de la mano. Es como regresar a la caverna de la involución agresora. En estos tiempos. En esta infancia carnosa y prebélica del siglo XXI. Puede matarse el gentío. Puede un tipo agilipolladamente paranoico liarse a tiros con el gentío. Pueden los mamarrachos callejeros destripar al gentío. Pero no se puede dar cachetes a los niños. Pobrecitos. Un padre, una madre o un profesor (o profesora) no pueden dar collejas a los niños. Mucho menos pueden darles capones. La tierna personalidad de los niños, envuelta con la blanda superficie receptiva del alma prenatal que nos atribuía Platón, quedaría marcada con la pavorosa señal de un trauma perdurable (o más). No habría psicólogos argentinos suficientes para tratar las deficiencias de comportamiento ocasionadas por los sopapos o los mamirotes. El niño es una planta delicada a la que hay que cultivar con abono y turba nitrogenada. La no traumatización psicológica del niño es imprescindible para conseguir su plena madurez ciudadana. Al menos en una época como la nuestra, abarrotada de progreso y democracia.
Así que es asombroso, decía al principio. Lo de los cachetes. Que en nuestros tiempos el Senado, nada menos, haya avalado el cachete, mandando a tomar por donde escuecen los pepinos la pretensión del Gobierno, refrendada por el Congreso, de prohibir el castigo físico a los hijos menores. De lo que se deduce que la mayoría de los integrantes del Senado (y del Consejo Fiscal, que esa es otra) miran para otro lado porque defienden el bofetón y el azote, aunque con respeto a la integridad física y psicológica, eso sí.
Pregunto: los adultos, incluidos Zapatero y Rajoy, que discuten tanto, ¿habremos conseguido evitar el trauma psicológico y alcanzar la madurez ciudadana? Porque lo que son collejas, bofetadas y capones los recibimos en abundancia cuando éramos críos.
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