sábado, 2 de enero de 2010

EL HIMNO
JUAN GARODRI
(19-1-2008)

Seré de los últimos. Pero no hay más remedio que hablar del himno. En todos los medios de comunicación se ha hablado del himno. En Internet, el alud de opiniones ha sido gigantesco. (Internet, ese descomunal depósito de técnica deslumbrante y de bobadas magníficas). Para no caer en la generalizada idiocia opinadora voy a ponerme en plan tipo pedante.
Verás. Creo que el follón se ha organizado porque la propuesta de letra para el himno nacional (llamémosla ‘texto’) ha generado el rechazo popular y político, hasta el punto de que lo han retirado (Plácido Domingo se ha negado a cantarla). De modo que Paulino Cubero se ha quedado un poco así como con el culo a las goteras, por mucho que haya pretendido arroparlo el presidente del COE. ¿Acaso el texto propuesto no se adapta a la música? ¿Acaso la música es tan excelsamente patriótica que no puede apoyarse en un soporte letrístico tan indoctamente versificado? Pues mira, amigo, al principio de la época Helenística (sobre el 330 a.C.) existió un discípulo de Aristóteles llamado Teofrasto que se hartó de escribir acerca de la música y los músicos. Las emociones producen en el alma, dijo, movimientos que retrasan o aceleran el ritmo vital. Y aunque Sócrates los achacara al ritmo del lenguaje y Aristoxeno al canto y la danza, Teofrasto une el ritmo de las palabras y el de la danza (música) para producir las emociones. Probablemente, Teofrasto se había percatado del poder psicológico-ético que produce la unión del ‘melos’ o arte cantar, y el ‘lexis’ o arte verbal.
Quiero decir con esto que, para conseguir emociones que ‘retrasen o aceleren el ritmo vital’, un himno tiene que ser mucho himno, tanto en música como en letra. Tenemos la música del llamado himno nacional tan asentada en el subconsciente, que la consideramos como algo propio. No ocurre así con la letra. Y si la letra de Cubero es tan ñoña, tan previsible, tan prescindible y tan de epítetos, pregunto que por qué no la ha compuesto César Antonio Molina, ministro de Cultura y poeta de reconocido prestigio, que dicen las crónicas. De esta forma se hubieran unido letra y música y no se habría caído en la epítrope del jurado al señor Cubero.

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