domingo, 10 de enero de 2010

CUESTIONES RARAS
JUAN GARODRI
(20-9-2008)

Anoche tomé unas cañas con mi tío Eufrasio. No lo veía desde antes del verano y nos saludamos efusivamente, como siempre. Andaba el hombre preocupado, esa preocupación que tiene más de pesimismo que de conflicto. Traes cara de alérgico a la alegría, le dije, tal como si acabaras de leer algo de Woody Allen y te hubieras convertido en urbanita neurótico, qué ¿te supo a poco el 0-3 del Atleti? Estoy preocupado por cuestiones tan distantes del fútbol como Woody Allen de Carmen Sevilla. Tampoco es para tanto, añadí, al fin y al cabo Woody Allen fue un adolescente chistoso que escribía chascarrillos en los periódicos. Pues no se le nota, retrucó, aunque para escribir una estupidez como «Soy lo suficientemente feo y lo suficientemente bajo como para triunfar por mí mismo» no hace falta aparecer en ‘Generación quemada’. En fin, dos cuestiones me preocupan, dijo.
Primera: La crisis económica. ¿Es crisis económica o crisis financiera? Porque no es lo mismo. La crisis económica afecta al gentío en general; la financiera afecta a los grandes bancos. ¿Qué es eso de ‘inyectar liquidez’ en los mercados financieros internacionales? ¿Quién la inyecta como si fuera un antibiótico de la economía? El Banco Central Europeo, respondí, la Reserva Federal de EE.UU., los bancos centrales de Inglaterra, Japón, Suiza, Canadá, más de 180.000 millones de dólares van a inyectar. ¿Y de dónde sacan esos bancos tales cantidades de pasta para poder inyectarlas? Porque el dinero de un banco central es el dinero de ‘ese’ país, recaudado a base de impuestos a la ciudadanía. Resulta que en lugar de revertirlo a los ciudadanos lo inyectan a las grandes empresas financieras en crisis. Robin Hood al revés. Acosar a los pobres para ayudar a los ricos.
Segunda: El Gobierno va a enviar un avión “desarmado” para proteger a los pesqueros atacados por los piratas somalíes. ¿Es un chiste?, pregunté. No, es la realidad informativa, respondió. Me puso la mano en el hombro y dijo: Tenemos gobernantes cándidos, los piratas se pasan por el forro las medidas de vigilancia de un avión que no sacuda fuego disuasorio.








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