domingo, 10 de enero de 2010

ANTICIPACIÓN
JUAN GARODRI
(12-7-2008)

No solamente el personal de a pie, también los enterados, prensa y radio. Y los políticos. Los políticos sufren accesos constantemente repentinos de anticipación. Los filósofos, tan exactos y pulcros en las variables del pensamiento, tan proclives a dar vueltas a la noria de las deducciones, tan propensos al ropaje críptico de los sistemas del pensamiento, los filósofos llaman al conjunto de proposiciones que dan forma a la antelación de los comportamientos ‘juicios de anticipación’. Vale. Al fin y al cabo, gracias a los filósofos, sabemos qué somos (si es que somos algo), la esencia, la existencia, la causa primera, la causa última, cosas así.
El gentío utiliza los juicios de anticipación a lo bobo, en un arriesgado ejercicio de volatinería mental, para opinar acerca de la realidad de acontecimientos o de comportamientos futuros, de por sí impredecibles como todo futuro. El gentío marujil, por ejemplo, de tan arraigada solera en nuestros lares, no cesa de utilizar los juicios de anticipación en la conversación ordinaria. El gentío trata cualquier aspecto de la vida con la visión de los arúspices. Un golpe de vista digamos que incontestable dota sus predicciones de una infalibilidad casi pontificia. Cuando la afilada lengua de muchos (y muchas) enjuicia los comportamientos sociales (o personales) de su entorno, no lo hace con las presuposiciones lógicas o históricas o familiares que dotan de verosimilitud una acción. Lo hace con “suposiciones” que suelen resultar erróneas. Es la utilización del “a mí me parece”, del “me han dicho” o del “éste no llegará lejos”.
Los políticos caen con frecuencia dentro del ámbito de los juicios de anticipación. Zapatero, por ejemplo, dice que “es una exigencia moral ser optimista frente a la crisis”. Está formulando un deseo. Su conceptualización lo ‘ve’ tan cerca, tan importante para él, que lo expresa en presente, dotándolo de una realidad de la que carece. “Es” una exigencia moral, dice. Lo correcto hubiera sido afirmar que el optimismo frente a la crisis “debería ser” (porque aún no lo es) una exigencia moral.
En fin, nos movemos en medio de juicios de anticipación que otorgan realidad a hechos irreales, aunque dotados de posibilidad de ser. Tal vez por eso rara vez se cumplen las promesas.

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