viernes, 1 de enero de 2010

MUERTE EN CARRETERA
JUAN GARODRI
(17-11-2007)


Semana densa, apretada. Los acontecimientos han configurado una atmósfera irrespirable. No voy a hablar (retórica) del «Por qué no te callas». Hasta la saciedad lo han comentado los medios. La cosa mediática informa poco porque repite mucho. En densidad repetitiva es cansina y aburre a las vacas. Mañana, tarde y noche, ha repetido una y otra vez, día tras día, la imagen gráfica y verbal del Rey adelantando el torso y alargando la mano para regañar a Chávez. Zapatero intentaba pedir respeto a Chávez mientras el venezolano le interrumpía, situación que hizo al Rey reaccionar repentinamente. Todos los medios lo han mostrado al mundo. Me parece, sin embargo, que el Rey se mantuvo educadísimo. Porque a juzgar por la expresión cabreada de su rostro, quiso decir mucho más de lo que dijo. El «Por qué no te callas» tuvo una continuación de irreverentes palabrotas en la mente del Rey pero no en sus labios. Eso parece que quería decir el Rey. Pero no lo dijo. Su educación y porte real se lo impidió. Así que don Juan Carlos tuvo que morderse con energía la lengua, porque según dicen los expertos en costumbres monárquicas (periodismo tomatero, tertulias cutrefactas y barrizales televisivos) nuestro señor el Rey es bastante mal hablado. Estos tres géneros, incluidos en la anterior cláusula parentética, están jubilosos y contentos porque no se les agota el contenido monárquico. Cuando llegaban a la extinción informativa del asunto, aparece el tema, oh Dios, de la separación conyugal entre la Infanta Elena y el duque de Lugo. Loado sea Dios, materia semanal para las tertulias cutrefactas, como llovida del cielo.
A pesar de todo, esta semana una noticia me ha preocupado más que ninguna otra. Ha pasado desapercibida, como si la muerte fuese cosa de los otros. Ésta: dos mil trescientas cincuenta personas (2.350) han muerto en las carreteras españolas en lo que va de año. Y los medios no se han vuelto locos organizando debates para averiguar el maldito virus automovilístico que destroza las familias. Díganme, si alguien puede saberlo, qué importancia tiene la separación de doña Elena en comparación con los miles de muertos en carretera. ¿Qué? ¿Que la muerte en accidente no vende? Ah, bueno. Siendo así, sí.

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