viernes, 15 de enero de 2010

CRUCES
JUAN GARODRI
(29-11-2008)

Sartre diferenció el ateísmo del antiteísmo. El ateo prescinde de Dios. El antiteísta grita contra Dios. El griterío se ha escuchado siempre. Cruci fixus. Fijado a la cruz. Un escándalo esto de la cruz. El apóstol Pablo decía en su primera carta a los Corintios o por ahí, que la cruz suponía un escándalo porque el Crucificado «se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz». Morir en una cruz era el castigo de los malhechores. La vergüenza de la cruz se la echaba a cuestas el crucificado para salvar a los demás. Tal vez por eso los partidarios del crucifijo hayan asumido la crueldad del sacrificio para convertirlo en medio de salvación. Soteriología. Son muchos siglos de veneración multitudinaria como para que ahora vengan algunos, muchos, a manifestar que hiere la sensibilidad el icono representativo del sufrimiento salvador.
Hay que tener en cuenta, no obstante, que en un Estado aconfesional, con la laicidad como rasero de las diferentes confesiones religiosas, es normal, digamos constitucional, que ningún símbolo religioso manifieste tendencias concretas hacia lo trascendente. Lo que no me parece razonable es que se alcen voces gritonas contra sectores cristianos que defienden “su” crucifijo. ¿Qué quieren? ¿Que callen? En una sociedad como la nuestra en la que la defensa de la individualidad y los derechos sociales se alzan con frecuencia en manifestaciones y protestas, no es de extrañar que los cristianos defiendan el crucifijo. Una cosa es la norma legislativa que prohíbe su exhibición en los centros públicos, y otra pretender que sus partidarios no defiendan su representatividad religiosa.
Es el tema del absurdo: las guerras vuelven a comenzar siempre, las enfermedades, el sufrimiento de los inocentes, la maldad del hombre para el hombre continuarán sin tregua su ciclo de pesadilla. Hay quien pretende conservar el crucifijo para superar psicológicamente, eso creen, este aspecto de la culpabilidad humana. Otros piensan que la superación del horror se afianza exclusivamente en la solidaridad. Es algo parecido a lo que plantea Camus en “La peste”. El periodista, excombatiente de la guerra de España, está harto de que la gente muera por una idea. «El heroísmo es criminal. Lo que me interesa es que se viva y se muera de lo que uno ama», dice. Rambert concluye que el hombre es una idea pobre desde el momento en que se aparta del amor.

© Juan García Rodríguez
Publicado en HOY el 29 de noviembre de 2008

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