domingo, 3 de enero de 2010

PEDAGOGÍA SOCIAL
JUAN GARODRI
(19-4-2008)

Así como a todo el mundo le da por escribir (poesía y cuento mayormente, qué barbaridad, cuánto ingenio desparramado entre los miles de concursos convocados anualmente por Ayuntamientos, Diputaciones, Concejales/as de Cultura y Fiestas, Asociaciones de toda España, por las editoriales, las cajas de Ahorro, las entidades benéficas, todas las convocatorias con un afán insuperable de promover la cultura y la creatividad, qué bárbaro, cuánto numen oculto o quizá perdido o por lo menos desperdigado en esa multiculturalidad cuasi anónima de concursos de a doscientos, quinientos, novecientos euros y placa el primer premio), en fin, decía que así como a todo chiquilicuatre le da por escribir así también a los políticos les da por cultivar la pedagogía. Pero antes fue la psicologización.
La psicologización de la sociedad. Una entelequia, no sé si lamentable. Cualquier niño “rabo de lagartija”, en edad escolar, es trasladado al gabinete del psicólogo y se le cuelga el sambenito de ‘niño hiperactivo’. Luego resulta que, en muchos casos, no existe tal hiperactividad. Ocurre que los padres, tan modernos, tan de terraza y copas, no aguantan a sus hijos. Y, hala, a sedarlos con la medicación que se aplica a la hiperactividad. Con el consenso de padres y psiquiatras, naturalmente.
Dentro de poco llegará la pedagogización de la sociedad. Zapatero la ha iniciado. Nueve ministras y ocho ministros. Más mujeres que hombres. Correcto. Todo es cuestión de mentalizar al macho hispano para que acepte la igualdad (paridad dicen ahora, algún sabiondo piensa que es por lo de Carme Chacón) de sexo. Y ese acto de mentalizar a los demás presupone una acción pedagógica de indudable calado. Porque se trata de pedagogía social, no de cualquier pedagogía. La asignatura que los estudiantes de Magisterio aprendían en la Normal, enseñaba a adquirir métodos para “conducir” a los niños. Ahora los métodos pedagógicos se aplican a la “reconducción” de los adultos. Porque sólo vemos a las ministras como figurines de un pase de modelos político que sonríen con su mejor sonrisa y visten con la elegancia impuesta por la señora Vicepresidenta primera, tan insustituible. Hay que seguir a Zapatero y no a la ironía rosa de Berlusconi. Merecemos ser pedagogizados. Que somos muy burros.

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