lunes, 4 de enero de 2010

EL TIEMPO
JUAN GARODRI
(14-6-2008)


La idea quevediana del tiempo se expresa en el concepto de fugacidad versificado magníficamente en alguno de sus poemas metafísicos. Es una idea pesimista de la vida anclada en el tiempo, un tiempo que se ofrece al ser humano para hacerle presente el vacío y la nada. El tiempo ha revuelto la cabeza de filósofos y escritores. Porque el hecho inexplicable del tiempo consiste en que se vive inserto en él sin que, en realidad, se conozca su esencia. Siempre se ha percibido el tiempo como una tríada compuesta por pasado, presente y futuro. Ninguna de las tres percepciones sobrevive a la existencia. Efectivamente, el pasado ya no existe, el presente es un nanosegundo que en el mismo instante de pronunciarlo se convierte en pasado, el futuro es una intuición dotada de posibilidad pero inexistente. Se ‘es’ dentro de la fragilidad más absoluta. Quizá por eso la persona se aferra a lo inmediato a pesar del carácter efímero de la inmediatez. El ansia de supervivencia, incluso en la propia negación, supera con creces cualquier otro aspecto de la vida. El dinero, el poder y la fama son las tablas de salvación. La fama. La perduración en el tiempo. En el “Libro de los exiemplos” (el conde Lucanor y Patronio), don Juan Manuel afirma que la segunda vida es la de la fama, la pervivencia en la memoria de los hombres a través del tiempo, la fama como repetición inacabada de la vida. Ahora, con mayor evidencia por la cosa de ‘los medios’, existe una especie de ansiedad por acaparar fama (vano intento de atrapar el tiempo). Programas de televisión, bodrios televisivos. Y escribir. Pléyades de escritores para conseguir fama (supervivencia en el tiempo). Miles y miles de concursos para dar salida a tantísimo escritor sediento de fama (posesión del tiempo). Quevedo escribió contra los culteranos de su época: «Ya que toda Castilla, / con sola esta cartilla, / se abrasa de poetas babilones, / escribiendo sonetos confusiones; / y en la Mancha, pastores y gañanes, / atestadas de ajos las barrigas, / hacen ya cultedades como migas».
Quevedo sí está coronado de fama y doblega la fugacidad del tiempo, él que se definió como «soy un fue, un será y un es cansado».

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