domingo, 3 de enero de 2010

EL CIRCO
Juan Garodri
(16-2-2008)


Se acerca el gran espectáculo. Yo me lo paso en grande, lo juro. Es descacharrante escuchar a Zapatero, como un ángel sublimado, eso de la creación de un millón doscientos mil puestos de trabajo para las mujeres trabajadoras. Que cobren igual que los hombres. (Atención, médicas, enfermeras, auxiliares, periodistas, juezas, magistradas, funcionarias de las funciones públicas, maestras, profesoras, catedráticas, todas, sabedlo, no sois mujeres trabajadoras porque cobráis igual que los hombres). Es desternillante escuchar a Rajoy, como un expendedor de reconstituyentes, atemorizar con la enfermedad económica, el virus de la delincuencia y la cardiopatía de los inmigrantes, mientras Gabilondo, cruzado de brazos, lo mira con incredulidad prisoista. Es histriónico el regodeo que ofrece al público Ignacio Escolar (sobre el miedo) y Salomé García (sobre las sotanas), en un afán sin duda distensible de divertir al gentío. Es hilarante la manipulación demagógica o la demagogia manipuladora, no sé, de Esperanza Aguirre: «a Zapatero lo han pillado con el carrito del helado», por la cosa de la “tensión”. Sin pudor, se llaman entre sí fariseos.
Así que ya empiezan a mover el culo. Constituyen una bebida anabólica, las elecciones. Las síntesis de moléculas complejas, los esteroides del poder, digamos, proporcionan un fortalecimiento espectacular de la musculatura glútea que los/las impulsa a mover el culo. Y lo mueven no de cualquier manera desgarbada como podríamos moverlo tú y yo en el Arlequín, sino con la contundencia ondulante de un conjunto de brasileñas esbelto. Culazos.
Fundamentalmente (no olvides el complemento adverbial), de lo que se trata en las campañas electorales no es de que gane quien las organiza para ganar, sino de que sea derrotado el enemigo contra quien se organizan. No se trata de salvar al pueblo sino de atraparlo, así el enemigo no se aprovechará de su voto. Para ello se ridiculiza, se sacan viejos trapos del armario del odio, se atemoriza al gentío. Para ello se promete el oro y el moro de lo promisorio. Carcajada circense.

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