domingo, 21 de febrero de 2010

LA DONNA
JUAN GARODRI
(27-6-2009)


A principios del siglo XVI, un desgraciado abandona su Chipre natal y se lanza a correr mundo para buscar Fortuna. Cuando está a punto de palmarla, se le aparece Fortuna. La diosa. Pero nada de revolotear con los ojos vendados, con un pie sobre una rueda y el otro en el aire, tal como la representan los artistas, no. Se le aparece en todo su esplendor y le dice, así por las buenas, que está dispuesta a concederle lo que le pida. Y él, como tonto, elige la riqueza. Y la caprichosa Fortuna va y le concede un saquito en el que siempre hallará dinero. “Fortunatus” ha dado lugar a una saga de narraciones populares en casi todos los países del oeste y norte de Europa.
¿Qué dedo de Fortuna ha tocado la frente de Berlusconi? El saquito de Berlusconi está repleto de negocios (televisión, edición…), todo más o menos revuelto en un conglomerado que ha lucido nombres diferentes y que ahora se ha asentado en el poderoso “Mediaset”. Y por si fuera poco, es señor del A.C. Milan y dueño de Kaká, aunque ya no. Así que el saquito de Berlusconi está repleto de dinero (Según “Forbes” es el hombre más rico de Italia).
Lo que me sorprende, sin embargo (toda persona emprendedora, que se dice, puede conseguir riqueza y lujo a porrillo, ahí está el ejemplo de Florentino Pérez, con su saquito a reventar, como si Fortuna lo hubiera señalado con el castigo insoportable de poseer dinero a espuertas, y con la presidencia de un Madrid F.C. intersideral y una vez más galáctico), lo que más me sorprende de Berlusconi, repito, es que además de su saquito lleno ‘de todo’, Fortuna le haya concedido el don de la política. Que ya es guasa por parte de Fortuna. Tres elecciones seguidas ha ganado. Y los electores italianos no advierten el roto de su saquito, al contrario, se lo cosen y miran para otro lado. Porque es un buen roto el que le ha hecho Patricia D’Addario, prostituta de alta cama, que pasó noches en la residencia de Cerdeña, y ahora va y denuncia a Berlusconi porque no le paga. «Io non mai pagato una donna», exclama don Silvio, orgulloso de excitarse con el placer de la conquista.
Mientras, nubes de chicas adolescentes sobrevuelan las noches de Villa Certosa como ángeles desnudos y bellos.

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