domingo, 21 de febrero de 2010

DE BEOCIOS Y LELOS
JUAN GARODRI
(30-5-2009)

Si ustedes prefieren el pudor léxico, puedo decir retrasados y retrasados mentales; utilizo lo de gilipollas para darle cuerda al DRAE. Bien. Dentro de la especie humana española (supongo que en otros países también) se diferencian dos tipos, entre otros, no claramente diferenciados: los gilipollas y los gilipollas mentales. Los primeros piensan poco, y este poco lo absorben de las informaciones televisivas, púlpito actual, una vez conseguida, o casi, la laicización social con la subsecuente eliminación de sermones y homilías de iglesia. Los segundos piensan más, ya por sí mismos (la minoría) ya influidos (la mayoría) por otros pensadores que les calzan ideas descubridoras de mediterráneos políticos. «En mis manos levanto una tormenta / de piedras, rayos y hachas estridentes / sedienta de catástrofes y hambrienta». Miguel Hernández. Puro reflejo del discurso de Rajoy quien, según Zapatero, se dedica al pesimismo, la desilusión, el tremendismo y las ganas de tumbar al Gobierno para que éste no presuma de esperanzas dúctiles. Alguna cadena televisiva, involucionista, conservadora y retro, al decir de sus contrarios, asegura en sus debates (y en los ‘correos’ que aparecen en la parte inferior de la pantalla) que ZP es la perdición y el hundimiento patrio. Alguna cadena televisiva, evolucionista y progre, asegura en sus debates y en su prensa afín, al decir de sus contrarios, que Rajoy es un predicador medieval, profeta de ruinas y pestes sociales, visionario de desgracias. Excluyo a Zapatero y a Rajoy del grupo de gilipollas. Incluyo en ellos a sus oyentes y partidarios. ¿En qué grupo de taxonomía social podemos incluirlos? En el de los simplonamente gilipollas o en el de los crédulamente gilipollas mentales? En quaestio. He ahí el problema. Difícil solución. Porque ambas tipologías son aficionadas a fruncir telas con la aguja de navegar cultos, que dijo Quevedo.
Por su parte, la Justicia, esa dama de ojos tapados y clámide al viento, se lo pone difícil a los agilipollados. No solo el topetazo tonante del Constitucional contra el Supremo en el caso de “la lista letal” (ABC) de Alfonso Sastre, sino en las sorprendentes sentencias que culpan más, desde el punto de vista penal, al que fotocopia una página de un libro, por ejemplo, que al que te pega una paliza por impedir el acoso sexual a tu novia (la reproducción sería delito con pena; la agresión sólo una falta).

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