domingo, 21 de febrero de 2010

EL CORAZÓN
JUAN GARODRI
(3-10-2009)

Aunque parezca mentira, hubo un tiempo en que el eminente profesor universitario Félix Duque, catedrático de Filosofía en la universidad Autónoma de Madrid, trabajó en el Instituto de Coria como profesor de filosofía. Me relacioné con él amistosamente. Félix Duque fue quien puso el nombre “Medina Cauria” al Instituto cauriense. Por aquel entonces investigaba en Alemania para su tesis doctoral «Experiencia y sistema. Una investigación sobre el "Opus postumum" de Kant». Duque estudiaba los escritos del gran filósofo alemán y me contaba algunas anécdotas curiosas, por ejemplo: las abundantes manchas de vino que aparecían en las páginas autógrafas del filósofo. (De lo cual, concluía yo, y Duque se reía, que Kant se achispaba para aguzar el lápiz de su filosofía crítica). Recuerdo que yo, con cierta suficiencia imbécil que Duque aceptaba con educada resignación, le dije una tarde que fuimos a un higueral a por higos que Kant había dado una solución negativa al problema de la esencia de la religión, y Félix Duque me respondió, como quien responde a un niño, que no, que Kant se vio obligado a eliminar la ciencia para levantar la fe. Me quedé algo turulato. Pero no he olvidado la frase.
Es decir (esto ya es cosa mía), que postergaba el conocimiento para dar cabida al sentimiento. Reducía la razón para dar impulso al corazón. (Eso me pareció entonces).
Me vienen a la memoria estos recuerdos porque resulta que ahora ya no tengo corazón. Eso me han dicho los pedigüeños que llenan la avenida principal de Coria, las entradas de Mercadona, los accesos de Día y otros supermercados, las puertas de las iglesias y los cajeros de los bancos. Es agobiante. Los pedigüeños no parecen pordioseros. Son jóvenes y robustos. No se caen de un sombrerazo. Ayer uno de ellos me pidió un euro. Le dije que le compraba medio pan (0,90) si necesitaba comer. Comida no, me dijo en su castellano chapurreado, dinero sí. La frutera del barrio me comentó que le ofreció fruta a una mujer que entró a pedirle ‘algo’. La mujer le respondió que fruta no, que la fruta no le gusta a sus hijos.
¿Qué tiene que ver todo esto con el título del artículo? La respuesta del indigente que me pidió el euro. Ante mi negativa, dijo: no tienes corazón. Y alargó la mano a otro transeúnte. ¿Sentimiento o inteligencia?

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