domingo, 21 de febrero de 2010

DE FÚTBOL
JUAN GARODRI
(13-1-2010)

Mira que me gusta el fútbol. Entiéndame ustedes, me gusta el fútbol-fútbol. Pero no me gusta. Primero: No me gusta este simulacro deportivo en el que unos mangantes trotan indolentemente por la ‘cancha’ ridiculizando las cualidades de lucha y esfuerzo que caracterizan a este deporte. Véase como referente el partido Recreativo-Atlético de Madrid, esa humillación balompédica sufrida por los del Manzanares el día de Reyes, y como si tal cosa. Segundo: No me gusta el fútbol que maneja cifras económicas desorbitadas, tanto para pagar a sus jugadores como para cosechar cantidades todavía más astronómicas guadañadas en las praderas televisivas y en los contratos publicitarios. Tercero: No me gusta el fútbol por las horrorosas desigualdades que provoca en el ámbito económico. Puede ejemplarizarse el aserto diciendo que mientras el equipo más grande del mundo (que el lector atribuya la grandeza al equipo con el que se siente identificado, yo no acertaría) gana millones de euros que distribuye entre sus jugadores, se supone, otros equipos no disponen de economía mínima para pagar a los suyos, tal como ocurre ahora mismo en el Tarrasa C.F., equipo en el que los jugadores no cobran desde la temporada anterior, y algunos tienen que mantenerse (ellos y su familia) de la caridad pública con arroz, pan, aceite y alguna pieza de fruta.
Teóricamente podría hablarse de una nueva ‘lucha de clases’. Marx añadiría, digo yo, la contraposición entre el “valor de cambio” (conservación de la mano de obra futbolera) y el “valor de utilidad” (conservación del producto del trabajo procurado en el mercado libre). Surge así el capitalismo de ‘grandes’ clubs, y el proletariado de los clubs modestos y pobres. Estos clubs humildes deberían hacerse conscientes de su oposición a los poderosos (aunque no sé cómo) para superar la antítesis de contrarios pues “la clase poseedora y la clase proletaria representan una y otra la misma autoalienación humana”. Esta frase entrecomillada es de Marx, las anteriores son chorradas mías.
En definitiva, no me gusta el fútbol mercantilizado porque ha abierto la vieja herida social que hizo sangrar cruentamente las diferencias entre ricos y pobres. No sé qué coños hace la Real Federación Española de fútbol que cierra los ojos a estas desigualdades y no instaura un fondo de compensación para aminorar las penurias de muchos futbolistas modestos.
Marx lo hubiera propuesto en su sueño del hombre nuevo. El deporte sin clases.

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