domingo, 21 de febrero de 2010

INCOGNITUM X
JUAN GARODRI
(7-3-2009)

El personal mayormente se ha reído, o cachondeado más bien, del ‘lapsus linguae’ de Zapatero porque donde quiso decir laborar, trabajar, o algo así, dijo follar. Para comentar este lapsus (resbalón), habrá que echar mano de algún metafísico del conocimiento, Nicolai Hartmann, pongo por caso, profesor en las universidades de Hamburgo, Colonia, Berna y Gotinga, lo que no es poco.
Creo que el lapsus de Zapatero tiene un origen psicológico que Hartmann relaciona con la ‘intencionalidad’, algo que pertenece al inseguro “campo de los objetos”, elaborados por nuestro conocer, pero ligados a un inabarcable residuo de seres ‘transobjetivos’ que pululan entre los conceptos sin llegar a hacerse actos (en este caso actos verbales, palabras). Este rollo es lo que configura la intencionalidad y posibilita que se piense en algo distinto a lo que en un momento determinado se está diciendo. Y va Hartmann y le pone un nombre que parece el título de una película de extraterrestres porque lo llama «incognitum X». ¿Qué reacción ‘transobjetiva’ relacionó en la mente de Zapatero las palabras de trabajar, apoyar y follar? ¿Acaso sería porque el follaje lleva consigo un considerable esfuerzo emocional e incluso muscular? No lo sabemos. Pero me atrevo a añadir que la intencionalidad (involuntaria) viene impulsada con frecuencia por residuos irracionales que se activan mediante estímulos recibidos desde el exterior. En este caso, quién sabe, Zapatero podía estar apreciando la belleza de alguna señorita presente en el auditorio, y esos malignos residuos irracionales le jugaron la mala pasada de pensar fugazmente en algo distinto a lo que estaba diciendo. Y le brotó la palabra lastrada por el residuo irracional, palabra que en ese momento se materializó en el término follar, lo cual que dejó atónitos a los oyentes porque, si bien se mira, el término no venía a cuento.
Esto del ‘incognitum X’ no es caso único. En una boda, el celebrante, tal vez deslumbrado por la belleza de la novia, la cagó en la cita bíblica. Y en lugar de recitar “tu mujer como parra fecunda” (esa comparación de los hijos que se extienden como racimos hasta la cuarta generación) pues fue el buen hombre y soltó “tu mujer como perra fecunda”, lo cual que acogotó a los contrayentes y se fastidió el casorio.
Zapatero tuvo más suerte: no se chafó el convenio de ‘follar’ con Rusia.

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