domingo, 21 de febrero de 2010

DE HORMIGAS
JUAN GARODRI
(6-2-2010)

Cantando la cigarra pasó el verano entero. Una holgazana. La hormiga, sin embargo, una trabajadora incansable y terca. Cuando en 1781 se publicó en Valencia la primera colección de las fábulas de Samaniego, poco se imaginaba el ilustrado autor que no andaba muy acertado con respecto a la consideración de trabajadora que dedicaba a la hormiga.
Porque resulta que Anna Dornhaus, investigadora de la universidad de Arizona, ha concluido que las hormigas son holgazanas. Ni más ni menos. Ella misma ha representado el papel de hormiga laboriosa porque ha pintado a 1.200 hormigas, una a una, de colores, con un pincel especial de aeromodelismo. Jo, tío, se queda uno de piedra. Y se pregunta, atónito, cómo es posible que una tía pinte a 1.200 hormigas y las grabe en vídeo, una a una, para estudiar sus movimientos. La tarea de chinos científica ha dado sus resultados. Y así, la laboriosidad que se atribuye a la hormiga no es más que una apariencia provocada por la actividad de las que trabajan, que son pocas. La hormiga es gandula, tanto o más que la cigarra, porque ésta por lo menos canta. Resulta que el hormiguero se aprovecha de la hiperactividad de unas cuantas mientras que la mayoría de la colonia no hace nada. Vamos, que se la suda el grano de trigo. La idealizada laboriosidad de la hormiga, modelo de trabajo constante, se ha ido a hacer gárgaras. Siempre han existido grupos que se aprovechan del trabajo de otros miembros del grupo. De haber conocido los datos sobre las hormigas de la doctora Dornhaus, tal vez Ramiro Pinilla hubiera planteado desde otra perspectiva menos faulkneriana su novela “Las ciegas hormigas”, aquel premio Nadal de 1960, controvertido por la prensa de la época. (Conservo entre mis libros un ejemplar de entonces). Y no hubiera implicado a Sabas tan ‘ciegamente’ en la recolección del carbón que la marea traía a la playa de Getxo. Ahora lo reedita Tusquets dentro de la burbuja de reconocimientos que están convirtiendo a Pinilla «en una referencia inexcusable para el trazado de la historia de la narrativa del medio siglo».
La crítica literaria: cuando quiere ensalzar, sobredimensiona; cuando quiere hundir, minusvalora. Algo así como Anna Dornhaus, que se ha cargado la literaria tradición obrera de la hormiga. Trabaja para eso. Y la cigarra muerta de su veraniega risa floja.

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