domingo, 21 de febrero de 2010

ENFERMEDAD SOCIAL
JUAN GARODRI
(15-8-2009)


No tengas miedo. España se salva. Jueves turísticos, ferias medievales, conciertos musicaleros, festivales de teatro y festejos taurinos salvan a España. Las entidades menores, por no decir pequeñas, o mínimas, también los organizan. España entera bulle. Si bulle, va saliendo de la enfermedad.
Sin embargo, parece que España está enferma, no sé si enferma de traslado al hospital de la globalización o enferma imaginaria, con la maldad viperina de la esposa de Argón a quien le conviene que su esposo enferme y muera para poder heredarlo, según la guasa escénica de Molière (Rajoy vs Zapatero, por actualizar la cosa).
Pero sí, algo enferma está España. Quizá patinan mis neuronas y ocasionan que imagine a España desde la pura comedia. Devenida en tragedia, si bien se mira... Desde los abusos sexuales cometidos por/contra menores de edad, hasta la violencia de género; desde los parricidios hasta los asesinatos casi diarios; desde los incendios hasta los suicidios, una ola mayor que la de los 20 millones de la Once se extiende por España. Ocurren diariamente hechos trágicos que para sí los hubiera querido Sófocles para nutrir el parricidio, el incesto y la autoceguera de Edipo.
Los periódicos de cada día, como un pan nuestro duro e indigesto, ofrecen sin descanso hechos desastrosos, propios de una sociedad enferma. Las irrupciones violentas de la naturaleza no constituyen una enfermedad. Los actos violentos de los hombres sí diagnostican la enfermedad social. Es sobrecogedor (a mí me quedó conmocionado), por ejemplo, que una mujer asesine a su madre y a su propio hijo, de tres años. O que un hijo asesine a su madre y a su hermano bebé y prenda después fuego a la casa. ¿Qué mariposas negras aletearon en esos circuitos cerebrales empeñados en aniquilar la propia sangre?
Más enfermedad. Las aberrantes declaraciones de los mandamases, zarandeados por una deriva incontrolable, ahondan la fractura de los principales partidos políticos ocasionando la liberación de un virus antidemocrático funesto. Los trajes, los bolsos, las anchoas, los múltiples casos de corrupción, el aprovechamiento del cargo en beneficio propio, las acusaciones de inquisición siglo XXI, los espionajes, las escuchas ilegales, en fin, las injurias e infamias que unos a otros se atribuyen, golpean la credibilidad de la ciudadanía con el bate de béisbol del asco político. Es una enfermedad virulenta propagada para arrebatarse votos.
Conseguirán que en las próximas elecciones vaya a votar su padre.

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