miércoles, 21 de octubre de 2009

LÁGRIMAS
(13-11-2004)
JUAN GARODRI


Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Égloga I. Aquello de Salicio, desconsolado porque Galatea, más helada que nieve, no atendía el fuego de amor en que el pastor renacentista se quemaba. ¿Conocería Garcilaso las lipocalinas? Estas proteínas específicas de las lágrimas «detienen el crecimiento de los patógenos que causan las inflamaciones del tejido conjuntivo y otras infecciones oculares», leo por ahí. Así que a llorar. Lágrimas de risa, lágrimas de llanto. El baño diario de modernidad hervida consiste actualmente en la laicización, acción y efecto de laicizar, es decir, hacer laico al personal, vamos, conseguir que sea como sea el gentío se independice de toda influencia religiosa, sobre todo de toda influencia religiosa católica, que es la mala. (Los políticos y sucedáneos hablan de “laicidad”, que no existe, influidos quizá por la dificultad fonadora de “laicización”, que es más largo). Lágrimas de risa, lágrimas de llanto. El jefe del imperio, recién reelegido, don George Bush, del que decían que era tonto, recibe al ex jefe del ex imperio español —patria engrandecida desde el siglo XV hasta la guerra de Cuba (ay, lágrimas de llanto derramadas por tanto doliente del 98)— y recibe, ya digo, al señor Aznar para dar por donde escuecen los pepinos al señor Zapatero, jefe de tanto talante democrático (al que no recibe). Lágrimas de risa, lágrimas de llanto. Pretenden suprimir a toda costa las clases de religión católica en colegios e institutos y afirman la implantación de clases de religión islámica a partir de enero del 2005. Hay quien habla de nuevos dioclecianos dispuestos a perseguir creencias y costumbres en nombre de la legalidad progresista. ¡Qué resentida es la derechona, tío! ¿A dónde se habrá ido la memoria histórica? ¿Dónde la habrán aherrojado? Lágrimas de risa, lágrimas de llanto. Discusiones bizantinas las llamaban. Era un eufemismo para no llamarlas discusiones idiotas. Los sesudos cabezones dotados de espaciosa dosis de gilipollez mental la disimulan tan a la perfección, que hacen cuestión de Estado y de litigio la traducción de la Constitución europea al valenciano. Todo por los trapicheos de Pujol y Zaplana, culpables. ¿De dónde se habrán caído? ¿De qué guindo plantado en los ‘països’ habrán descolgado la clarividencia? Lágrimas de risa, lágrimas de llanto. Cada día me cae mejor. El señor Ibarra. Nuestro presidente. No solamente por su aspecto de noble prócer decimonónico, no, sino además por lo que ya he comentado otras veces: los tiene así de gordos. Sin duda. Aunque no lo indulten, Vera no quiere tirar de la manta que lo arropó del frío. Ahora lo arropa Rodríguez Ibarra. «Que se metan el indulto donde les quepa al ministro y al Gobierno». ¡Ostras, Pedrín! ¡Que es ‘su’ ministro y es ‘su’ Gobierno! ¡Y se enfrenta a ellos como si tal cosa, importándole una higa los escalones de la jerarquía! Ibarra defiende lo que considera justo y para ello se alza con su barba florida, como un Mio Cid justiciero e implacable. Lágrimas de risa, lágrimas de llanto. No quiero desilusionarme, pero algunos jubilatas leídos me dicen que puede ser una triquiñuela pactada como las que se pactaban en los tiempos de Franco. El dictador permitía a Emilio Romero, en el periódico Pueblo, arremeter contra el Gobierno y sus ministros previo pacto de los términos, con la importante finalidad de distraer a los españoles de cuestiones de envergadura que los asolaban y, de paso, dar el pego de que también en España soplaban aires de libertad crítica. No lo creo. Ibarra es un tío con toda la barba. Lágrimas de risa, lágrimas de llanto. Ojos sanos con tanta lipocalina. Mi tío Eufrasio, tan criticón, me dice, Oye, que ‘lágrimas de llanto’ es una redundancia innecesaria. Lo sé, le digo, pero el pleonasmo es muy resultón como figura retórica.

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