viernes, 2 de julio de 2010
CONDUCE COMO PUEDAS
JUAN GARODRI
(4-7-2009)
La semana pasada hablaba de la carretera Ex-109. Plasencia-Coria-Moraleja (una de las cuatro vías con más tránsito automovilístico de Extremadura, según dicen)-Perales del Puerto-límite con la provincia de Salamanca. Vuelvo a lo mismo. Mis alucinaciones circulatorias.
Esto de conducir se ha convertido en un ejercicio arriesgado que no lo era antes. Obviedad. Lo recuerdo porque las cosas obvias se olvidan fácilmente. Pero si circulas al empezar la noche por la citada carretera autonómica, tus ojos se convierten en un par de cojones de mico. Lanzas al cielo los gritos de la eyaculación imprecatoria y te ciscas en el tipo o tipa que te viene de frente, se te echa literalmente encima con un solo ojo, cíclope motorizado y mitológicamente malformado porque el ojo no lo tiene en la frente sino en uno de los laterales. No sabe bien usted, puede creerme, la exagerada cantidad de coches tuertos que circulan de noche, los muy ciclopeones. Otros hijos de ruta te escupen la luz larga, y la mantienen, a pesar del tímido y fugaz aviso lumínoso con que tú los adviertes. Y no digamos nada de los desaprensivos (uso palabra suave) que, con las luces altas y ostentosas, depredan asfalto y desafían el castañazo al que casi obligan al que les viene de frente.
Pero ¿y las flamantes máquinas de altivos potentados, tecnología punta y al menos doscientos y pico de caballos, esos nuevos ricos de los coches de más treinta mil euros, repletos de seguridad activa y pasiva? Estos tipos chulescos te rajan las pupilas con sus potentes faros bi-xenón, orlados de diodos lumínicos que les permiten ver perfectamente la calzada a lo lejos, pero a ti te destrozan los pocos bastoncitos que alimentan la pigmentación visual de tu retina, y te caducan la visión nocturna. ¡Plaf! Ciego durante varios, interminables segundos, suficientes para darte la moña. Y que avisen al 112.
Así que habrá que soportar el sublimado corrosivo de quienes piensan que la calzada es suya y, si van detrás de ti, te persiguen con ráfagas luminosas porque hay que ser huevazos para circular a 100 kilómetros por hora solamente.
Sentado en un angelismo tal vez improcedente, pregunto: Durante la noche ¿dónde se hallan apostados los de Tráfico, tan prestos a la multa cuando la luz diurna nos hace tan visibles?
JUAN GARODRI
(4-7-2009)
La semana pasada hablaba de la carretera Ex-109. Plasencia-Coria-Moraleja (una de las cuatro vías con más tránsito automovilístico de Extremadura, según dicen)-Perales del Puerto-límite con la provincia de Salamanca. Vuelvo a lo mismo. Mis alucinaciones circulatorias.
Esto de conducir se ha convertido en un ejercicio arriesgado que no lo era antes. Obviedad. Lo recuerdo porque las cosas obvias se olvidan fácilmente. Pero si circulas al empezar la noche por la citada carretera autonómica, tus ojos se convierten en un par de cojones de mico. Lanzas al cielo los gritos de la eyaculación imprecatoria y te ciscas en el tipo o tipa que te viene de frente, se te echa literalmente encima con un solo ojo, cíclope motorizado y mitológicamente malformado porque el ojo no lo tiene en la frente sino en uno de los laterales. No sabe bien usted, puede creerme, la exagerada cantidad de coches tuertos que circulan de noche, los muy ciclopeones. Otros hijos de ruta te escupen la luz larga, y la mantienen, a pesar del tímido y fugaz aviso lumínoso con que tú los adviertes. Y no digamos nada de los desaprensivos (uso palabra suave) que, con las luces altas y ostentosas, depredan asfalto y desafían el castañazo al que casi obligan al que les viene de frente.
Pero ¿y las flamantes máquinas de altivos potentados, tecnología punta y al menos doscientos y pico de caballos, esos nuevos ricos de los coches de más treinta mil euros, repletos de seguridad activa y pasiva? Estos tipos chulescos te rajan las pupilas con sus potentes faros bi-xenón, orlados de diodos lumínicos que les permiten ver perfectamente la calzada a lo lejos, pero a ti te destrozan los pocos bastoncitos que alimentan la pigmentación visual de tu retina, y te caducan la visión nocturna. ¡Plaf! Ciego durante varios, interminables segundos, suficientes para darte la moña. Y que avisen al 112.
Así que habrá que soportar el sublimado corrosivo de quienes piensan que la calzada es suya y, si van detrás de ti, te persiguen con ráfagas luminosas porque hay que ser huevazos para circular a 100 kilómetros por hora solamente.
Sentado en un angelismo tal vez improcedente, pregunto: Durante la noche ¿dónde se hallan apostados los de Tráfico, tan prestos a la multa cuando la luz diurna nos hace tan visibles?
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año 2009 - 07 julio
VACACIONES
JUAN GARODRI
(30-6-2010)
Las vacaciones son al verano lo que las playas son a la irrealidad. Cada cual sale de estampida como puede, mayormente los de la docencia. Se dirigen al ensueño. El gentío no digiere que profesores y maestros se larguen con viento fresco en busca del tiempo perdido. Para ellos las vacaciones suponen una recuperación de la autoestima, malgastada en los esfuerzos de las clases, la lucha diaria para enseñar a quienes no se dejan enseñar (o para educar a quienes no se dejan educar, porque volvemos a la murga dialéctica de ‘enseñanza’ frente a ‘educación’, dicotomía no equilibrada en la práctica de las aulas, por mucho que se esfuercen los capitostes educativos en propugnar la igualdad, la convivencia, la No violencia, la cooperación, la interactuación y demás objetivos que los actuales modelos educativos propugnan en colegios e institutos, sin advertir que una cosa es la educación y otra la enseñanza), creo que me he perdido, tú, decía que hay alumnos que no se dejan enseñar y contra estos agota sus energías el profesorado, razón por la cual se zambulle en las vacaciones con la benéfica alegría de la liberación.
Las vacaciones, sin embargo, suponen un castañazo frontal para las familias con hijos en edad escolar. De pronto, casi sin previo aviso, les caen en casa unos seres, sus hijos, a los que no acostumbran a ver durante la mañana y buena parte de la tarde (actividades extraescolares) por lo que su presencia perturba la serenidad doméstica. Una tragedia. Hay que atender actividades desacostumbradas y se hace añicos el ritmo pendular del oficio casero y el vistazo al reality televisivo mañanero. Peor lo tienen las familias en las que trabajan fuera de casa padre y madre. El recurso a los abuelos es una solución precaria. Tienen que procurarse guarderías o academias de idiomas, por ejemplo, para recogerlos.
Algunos lo aceptan. La mayoría se afianza en el resentimiento y los sapos y culebras de sus imprecaciones se estrellan en la frente del profesorado. Esos mangantes. Tantas vacaciones. Y los sueldazos que perciben. No admiten que las vacaciones son de los alumnos, no del profesorado, y si estos no acuden a los centros de trabajo es porque no hay alumnos.
Se habla de «conciliación», ese mecanismo de resolución de conflictos para que las familias y el sistema educativo gestionen la solución de sus diferencias. Difícil se ve la cosa.
JUAN GARODRI
(30-6-2010)
Las vacaciones son al verano lo que las playas son a la irrealidad. Cada cual sale de estampida como puede, mayormente los de la docencia. Se dirigen al ensueño. El gentío no digiere que profesores y maestros se larguen con viento fresco en busca del tiempo perdido. Para ellos las vacaciones suponen una recuperación de la autoestima, malgastada en los esfuerzos de las clases, la lucha diaria para enseñar a quienes no se dejan enseñar (o para educar a quienes no se dejan educar, porque volvemos a la murga dialéctica de ‘enseñanza’ frente a ‘educación’, dicotomía no equilibrada en la práctica de las aulas, por mucho que se esfuercen los capitostes educativos en propugnar la igualdad, la convivencia, la No violencia, la cooperación, la interactuación y demás objetivos que los actuales modelos educativos propugnan en colegios e institutos, sin advertir que una cosa es la educación y otra la enseñanza), creo que me he perdido, tú, decía que hay alumnos que no se dejan enseñar y contra estos agota sus energías el profesorado, razón por la cual se zambulle en las vacaciones con la benéfica alegría de la liberación.
Las vacaciones, sin embargo, suponen un castañazo frontal para las familias con hijos en edad escolar. De pronto, casi sin previo aviso, les caen en casa unos seres, sus hijos, a los que no acostumbran a ver durante la mañana y buena parte de la tarde (actividades extraescolares) por lo que su presencia perturba la serenidad doméstica. Una tragedia. Hay que atender actividades desacostumbradas y se hace añicos el ritmo pendular del oficio casero y el vistazo al reality televisivo mañanero. Peor lo tienen las familias en las que trabajan fuera de casa padre y madre. El recurso a los abuelos es una solución precaria. Tienen que procurarse guarderías o academias de idiomas, por ejemplo, para recogerlos.
Algunos lo aceptan. La mayoría se afianza en el resentimiento y los sapos y culebras de sus imprecaciones se estrellan en la frente del profesorado. Esos mangantes. Tantas vacaciones. Y los sueldazos que perciben. No admiten que las vacaciones son de los alumnos, no del profesorado, y si estos no acuden a los centros de trabajo es porque no hay alumnos.
Se habla de «conciliación», ese mecanismo de resolución de conflictos para que las familias y el sistema educativo gestionen la solución de sus diferencias. Difícil se ve la cosa.
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año 2010 - 06 junio
EL VERANO
JUAN GARODRI
(23-6-2010)
Ayer empezó el verano. Ha llegado con la timidez de quien entra a escondidas en una casa que no es suya. Porque nos ha venido fresco, con la calidez agradable de una primavera traspasada. Dicen sin embargo lo meteorólogos que nos espera un verano cálido, con temperaturas superiores a las del año pasado.
El calor consiste en la velocidad de las moléculas. Cuando calentamos algo ocurre eso. O nos ocurre cuando nos calentamos nosotros. Todo calentamiento es fugaz y transitorio. Por eso el verano trae consigo la fugacidad de los deseos y el personal se enamora de las muchachas plebeyas. (Digo lo de ‘plebeyas’, que suena bien, influido sin duda por la plebeyez de Daniel Westling. Ahora está de moda. Como quiera que sea, las muchachas plebeyas poseen una belleza rotunda y enternecedora que tal vez quisiera para ella alguna de alta cuna).
El verano pues es un descubrimiento de la belleza de los cuerpos, escondidos durante el invierno entre las estanterías de Zara y el Corte Inglés. En verano se enamoró el decenviro Apio Claudio de Virginia, hija de un plebeyo, amor que le costó el destierro. En verano se enamoran los veraneantes de las chicas que embelesan las playas, aunque la fugacidad de su amor, no por ello menos intenso, impide la manifestación del atractivo.
El verano concede libertad de ojeada. Los tercerasedades se sientan en los bancos de las avenidas para matar la tarde, o en la plaza de la Constitución, debajo del olor azul de las glicinias. En realidad matan el calor de los muslos que atraviesan sus nostalgias. La nostalgia de un tiempo que se fue con la fugacidad de los veranos. Se contentan ahora con ver el paso de las tórtolas, tan lejos de su recalentado nido, tan atractivas y veloces, tan vestidas de física y química, tan turgentes y onduladas, acera arriba acera abajo.
El verano desarbola el (falso) pudor de los cuerpos y destapa los epitelios, asombrados del poder de la luminiscencia. Las piscinas los muestran esplendorosos y altos, apenas protegidos por la inútil defensa del biquini. Las playas hormiguean de epitelios y, curiosamente, nadie advierte la perversa sinuosidad de las miradas porque el verano es el abrazo cósmico de la tierra y los cuerpos. El verano. La velocidad de las moléculas. El calor provoca el deseo del acercamiento sutil e imaginario. La canción del verano.
JUAN GARODRI
(23-6-2010)
Ayer empezó el verano. Ha llegado con la timidez de quien entra a escondidas en una casa que no es suya. Porque nos ha venido fresco, con la calidez agradable de una primavera traspasada. Dicen sin embargo lo meteorólogos que nos espera un verano cálido, con temperaturas superiores a las del año pasado.
El calor consiste en la velocidad de las moléculas. Cuando calentamos algo ocurre eso. O nos ocurre cuando nos calentamos nosotros. Todo calentamiento es fugaz y transitorio. Por eso el verano trae consigo la fugacidad de los deseos y el personal se enamora de las muchachas plebeyas. (Digo lo de ‘plebeyas’, que suena bien, influido sin duda por la plebeyez de Daniel Westling. Ahora está de moda. Como quiera que sea, las muchachas plebeyas poseen una belleza rotunda y enternecedora que tal vez quisiera para ella alguna de alta cuna).
El verano pues es un descubrimiento de la belleza de los cuerpos, escondidos durante el invierno entre las estanterías de Zara y el Corte Inglés. En verano se enamoró el decenviro Apio Claudio de Virginia, hija de un plebeyo, amor que le costó el destierro. En verano se enamoran los veraneantes de las chicas que embelesan las playas, aunque la fugacidad de su amor, no por ello menos intenso, impide la manifestación del atractivo.
El verano concede libertad de ojeada. Los tercerasedades se sientan en los bancos de las avenidas para matar la tarde, o en la plaza de la Constitución, debajo del olor azul de las glicinias. En realidad matan el calor de los muslos que atraviesan sus nostalgias. La nostalgia de un tiempo que se fue con la fugacidad de los veranos. Se contentan ahora con ver el paso de las tórtolas, tan lejos de su recalentado nido, tan atractivas y veloces, tan vestidas de física y química, tan turgentes y onduladas, acera arriba acera abajo.
El verano desarbola el (falso) pudor de los cuerpos y destapa los epitelios, asombrados del poder de la luminiscencia. Las piscinas los muestran esplendorosos y altos, apenas protegidos por la inútil defensa del biquini. Las playas hormiguean de epitelios y, curiosamente, nadie advierte la perversa sinuosidad de las miradas porque el verano es el abrazo cósmico de la tierra y los cuerpos. El verano. La velocidad de las moléculas. El calor provoca el deseo del acercamiento sutil e imaginario. La canción del verano.
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año 2010 - 06 junio
sábado, 19 de junio de 2010
IRRITACIÓN
JUAN GARODRI
(16-6-2010)
Pasea uno la acera, entra en el bar, se sienta en el parque, consume en Mercadona, en fin, realiza esas tareas diarias de ciudadano probo que son casi de obligado cumplimiento. Y en todas partes igual. M´as de lo mismo. El personal anda irritado. Cabreado. Harto. Una grave sensación de inestabilidad social aletea sobre las cabezas. Alguien, de no se sabe donde, le toma el pelo desconsideradamente. Alguien olvida que el gentío es la fuente de los votos. Una fuente, ay, de la que se bebe el día de las elecciones pero que se tapona inmediatamente después. Así que ya te digo, el personal anda harto de que quiera darle gato por libre, lo que equivale, en el fondo a una burla. Tal vez provocada por las circunstancias. Pero burla, aunque sea involuntaria. Por algo algunas encuestas confirman la sensación desconfiada de la ciudadanía para quien el Gobierno se ha constituido en verdadero problema por detrás del paro y de la crisis.
Ligero matiz burlesco se aprecia en el hecho de que la pasada huelga general fue seguida por el 75 % de los afectados, según los sindicatos de clase, y por el 11% según las fuentes del Gobierno. Inadmisible. Un desviación de 10 puntos puede admitirse pero una desproporcionada desviación de 60 puntos no. Y no contentos con ello, aseguran que para después del verano habría una huelga general ‘con todas sus consecuencias’. Y van y se lo creen. Lo de las consecuencias.
Mas. Mieditis gubernamental. La reforma laboral, mas cacareada que el canto de una gallina loca, ya no se impondrá por Decreto Ley sino que se revisaría como Proyecto de Ley después del verano. Risas y carcajeo en el patio de butacas.
Mas. La irritación adquiere burbujeo de cocción a 90 grados cuando el personal se entera de que los partidos ingresaron casi 200 millones de ayudas públicas. O sea, que con mi dinero subvencionan los partidos. ¿Qué, si no? Dice el partidista. Respuesta: Que deberían mantenerse con las cuotas de sus afiliados. Retruca el otro: Entonces desaparecerían. Pues que desaparezcan, afirma el disconforme. Así no se puede ir a ninguna parte, dice el partidista, eres un ácrata.
M´as. Sobredimensión de la Roja. Densidad de niebla futbolera para ocultar los preocupantes problemas que rodean al ciudadano. Y luego hablan de Franco con lo de los juegos sindicales, dice el listo.
JUAN GARODRI
(16-6-2010)
Pasea uno la acera, entra en el bar, se sienta en el parque, consume en Mercadona, en fin, realiza esas tareas diarias de ciudadano probo que son casi de obligado cumplimiento. Y en todas partes igual. M´as de lo mismo. El personal anda irritado. Cabreado. Harto. Una grave sensación de inestabilidad social aletea sobre las cabezas. Alguien, de no se sabe donde, le toma el pelo desconsideradamente. Alguien olvida que el gentío es la fuente de los votos. Una fuente, ay, de la que se bebe el día de las elecciones pero que se tapona inmediatamente después. Así que ya te digo, el personal anda harto de que quiera darle gato por libre, lo que equivale, en el fondo a una burla. Tal vez provocada por las circunstancias. Pero burla, aunque sea involuntaria. Por algo algunas encuestas confirman la sensación desconfiada de la ciudadanía para quien el Gobierno se ha constituido en verdadero problema por detrás del paro y de la crisis.
Ligero matiz burlesco se aprecia en el hecho de que la pasada huelga general fue seguida por el 75 % de los afectados, según los sindicatos de clase, y por el 11% según las fuentes del Gobierno. Inadmisible. Un desviación de 10 puntos puede admitirse pero una desproporcionada desviación de 60 puntos no. Y no contentos con ello, aseguran que para después del verano habría una huelga general ‘con todas sus consecuencias’. Y van y se lo creen. Lo de las consecuencias.
Mas. Mieditis gubernamental. La reforma laboral, mas cacareada que el canto de una gallina loca, ya no se impondrá por Decreto Ley sino que se revisaría como Proyecto de Ley después del verano. Risas y carcajeo en el patio de butacas.
Mas. La irritación adquiere burbujeo de cocción a 90 grados cuando el personal se entera de que los partidos ingresaron casi 200 millones de ayudas públicas. O sea, que con mi dinero subvencionan los partidos. ¿Qué, si no? Dice el partidista. Respuesta: Que deberían mantenerse con las cuotas de sus afiliados. Retruca el otro: Entonces desaparecerían. Pues que desaparezcan, afirma el disconforme. Así no se puede ir a ninguna parte, dice el partidista, eres un ácrata.
M´as. Sobredimensión de la Roja. Densidad de niebla futbolera para ocultar los preocupantes problemas que rodean al ciudadano. Y luego hablan de Franco con lo de los juegos sindicales, dice el listo.
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año 2010 - 06 junio
ELECCIONES
JUAN GARODRI
(9-6-2010)
Nadie sabe a quién se refería Felipe González cuando, hace unos días, dijo eso de que «rectificar es de sabios pero es de necios rectificar a diario». Nadie lo sabe. Todo el gentío se lo imagina. Porque la caña que está recibiendo el presidente del Gobierno apunta a que es a él y no a otro a quien se refería González.
A pesar de la duda. Elecciones anticipadas. El beneficio de la duda puede ponerse de parte de Zapatero o de Rajoy. Rajoy no se beneficiaría de unas elecciones anticipadas. En las actuales circunstancias, más turbias que claras, Rajoy tiene la posibilidad de salir elegido presidente del Gobierno. Dicen las encuestas que el PP vencería ahora al PSOE por mayoría absoluta. El voto de castigo a Zapatero se cumpliría pues razonablemente. Pero ¿beneficiaría esa mayoría a Rajoy? No. Si el PP llegara a ganar ahora unas elecciones anticipadas, se vería con el agua al cuello. Las carencias políticas y económicas de las que adolece el actual gobierno se volverían hierros candentes que achicharrarían el trasero de Rajoy al día siguiente de sentarse en el sillón presidencial. Zapatero tampoco se beneficiaría de unas elecciones anticipadas (por eso no las convoca). Sería tanto como dar crédito a las constantes descalificaciones que le vienen de todas partes. Aceptar el fracaso de sus decretos para superar la crisis. Reconocer como equivocación la medida de la congelación salarial a los jubilados. Admitir el error que supone la rebaja del sueldo a los funcionarios. Dar la razón a quienes lo instalan en la duda constante, en ese donde dije Diego digo dije permanente, en esa labilidad de las decisiones adoptadas que se truecan en indecisiones sociales o económicas.
El personal se debate entre el hecho de liarse la manta a la cabeza y hacer caso a las imprecaciones de Rajoy (otro que tal baila, dice el gentío) o seguir sin demasiada confianza las promesas de cambio y soluciones que dicta el Gobierno. «Conocemos la verdad no solo con la razón sino también con el corazón», dice Pascal. Tal vez Zapatero aspire a que el ciudadano lo acepte sentimentalmente, esa pesadumbre que suscita el maltratado por la multitud que apenas puede defenderse (el maltratado). El corazón tiene sus razones que la razón no conoce. Esas cosas. Y los sindicatos de clase tocando la gaita de la huelga general.
JUAN GARODRI
(9-6-2010)
Nadie sabe a quién se refería Felipe González cuando, hace unos días, dijo eso de que «rectificar es de sabios pero es de necios rectificar a diario». Nadie lo sabe. Todo el gentío se lo imagina. Porque la caña que está recibiendo el presidente del Gobierno apunta a que es a él y no a otro a quien se refería González.
A pesar de la duda. Elecciones anticipadas. El beneficio de la duda puede ponerse de parte de Zapatero o de Rajoy. Rajoy no se beneficiaría de unas elecciones anticipadas. En las actuales circunstancias, más turbias que claras, Rajoy tiene la posibilidad de salir elegido presidente del Gobierno. Dicen las encuestas que el PP vencería ahora al PSOE por mayoría absoluta. El voto de castigo a Zapatero se cumpliría pues razonablemente. Pero ¿beneficiaría esa mayoría a Rajoy? No. Si el PP llegara a ganar ahora unas elecciones anticipadas, se vería con el agua al cuello. Las carencias políticas y económicas de las que adolece el actual gobierno se volverían hierros candentes que achicharrarían el trasero de Rajoy al día siguiente de sentarse en el sillón presidencial. Zapatero tampoco se beneficiaría de unas elecciones anticipadas (por eso no las convoca). Sería tanto como dar crédito a las constantes descalificaciones que le vienen de todas partes. Aceptar el fracaso de sus decretos para superar la crisis. Reconocer como equivocación la medida de la congelación salarial a los jubilados. Admitir el error que supone la rebaja del sueldo a los funcionarios. Dar la razón a quienes lo instalan en la duda constante, en ese donde dije Diego digo dije permanente, en esa labilidad de las decisiones adoptadas que se truecan en indecisiones sociales o económicas.
El personal se debate entre el hecho de liarse la manta a la cabeza y hacer caso a las imprecaciones de Rajoy (otro que tal baila, dice el gentío) o seguir sin demasiada confianza las promesas de cambio y soluciones que dicta el Gobierno. «Conocemos la verdad no solo con la razón sino también con el corazón», dice Pascal. Tal vez Zapatero aspire a que el ciudadano lo acepte sentimentalmente, esa pesadumbre que suscita el maltratado por la multitud que apenas puede defenderse (el maltratado). El corazón tiene sus razones que la razón no conoce. Esas cosas. Y los sindicatos de clase tocando la gaita de la huelga general.
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año 2010 - 06 junio
viernes, 4 de junio de 2010
VIVÍS DE MI DINERO
JUAN GARODRI
(2-6-2010)
Aletea por los aires de Internet un artículo, firmado por un tal Oscar Molina , que no sé si calificar de libelo porque es un escrito en el que se denigra a quienes nos gobiernan, o de elogio de los gobernados porque en él se manifiesta que son éstos, y no aquéllos, los dueños de los dineros públicos. ¿Qué pensar? ¿Es realmente el gentío el dueño de la pasta?
Cuatro son los objetivos que se intentan derribar en esta batalla de la descalificación: Los miembros del Gobierno Central, los gobernantes de las diecisiete autonomías, los sindicatos de clase y el mundillo en general del arte y de la cultura.
Dejando aparte la resentida exageración del artículo, sí parece apropiado deducir que, efectivamente, los cráneos privilegiados que dirigen nuestros destinos (los gobiernos), o los de quienes nos defienden (los sindicatos), o los de quienes pretenden que nos creamos la cultura, son cráneos arrimados a un cuerpo que consume ingentes cantidades de dinero que, en realidad, es nuestro, es decir de los gobernados, porque los erarios públicos se nutren de nuestros impuestos. Así que me entristezco muchísimo y mi ánimo se torna enlutado y sobrecogido cuando observo que los enjambres que confeccionan la melaza del Gobierno Central y de las Autonomías, los de las Diputaciones y Ayuntamientos liban sin cesar en la flor de nuestros impuestos, y nos dejan resecos y sin alimentación propia. Exhaustos.
Pero también ocurre lo contrario, es decir, mi ánimo exulta lleno de alegría y, quieren creerme, hasta doy saltos de puro contento, cuando admiro las aceras de todos los pueblos de España, y sus paseos y farolas, y las residencias de la tercera edad, y las casas de cultura, y los pabellones deportivos, y las piscinas municipales, porque pienso que son míos: han sido construidos con mi dinero. Me siento, qué quieren que les diga, como un nuevo rico bien trajeado de posesiones. Y hasta los aviones y los tanques del Día de las fuerzas Armadas dispararon mis alegrías porque, al contemplar aquellas maravillas de la tecnología bélica, pensaba que eran mías porque habían sido adquiridas con mi dinero. No hay pues que cabrearse porque el personal de las instituciones viva de mi dinero. Hay que refocilarse porque todo es mío. Hasta la Roja es producto de mi dinero. (Jo, y yo sin enterarme.)
JUAN GARODRI
(2-6-2010)
Aletea por los aires de Internet un artículo, firmado por un tal Oscar Molina , que no sé si calificar de libelo porque es un escrito en el que se denigra a quienes nos gobiernan, o de elogio de los gobernados porque en él se manifiesta que son éstos, y no aquéllos, los dueños de los dineros públicos. ¿Qué pensar? ¿Es realmente el gentío el dueño de la pasta?
Cuatro son los objetivos que se intentan derribar en esta batalla de la descalificación: Los miembros del Gobierno Central, los gobernantes de las diecisiete autonomías, los sindicatos de clase y el mundillo en general del arte y de la cultura.
Dejando aparte la resentida exageración del artículo, sí parece apropiado deducir que, efectivamente, los cráneos privilegiados que dirigen nuestros destinos (los gobiernos), o los de quienes nos defienden (los sindicatos), o los de quienes pretenden que nos creamos la cultura, son cráneos arrimados a un cuerpo que consume ingentes cantidades de dinero que, en realidad, es nuestro, es decir de los gobernados, porque los erarios públicos se nutren de nuestros impuestos. Así que me entristezco muchísimo y mi ánimo se torna enlutado y sobrecogido cuando observo que los enjambres que confeccionan la melaza del Gobierno Central y de las Autonomías, los de las Diputaciones y Ayuntamientos liban sin cesar en la flor de nuestros impuestos, y nos dejan resecos y sin alimentación propia. Exhaustos.
Pero también ocurre lo contrario, es decir, mi ánimo exulta lleno de alegría y, quieren creerme, hasta doy saltos de puro contento, cuando admiro las aceras de todos los pueblos de España, y sus paseos y farolas, y las residencias de la tercera edad, y las casas de cultura, y los pabellones deportivos, y las piscinas municipales, porque pienso que son míos: han sido construidos con mi dinero. Me siento, qué quieren que les diga, como un nuevo rico bien trajeado de posesiones. Y hasta los aviones y los tanques del Día de las fuerzas Armadas dispararon mis alegrías porque, al contemplar aquellas maravillas de la tecnología bélica, pensaba que eran mías porque habían sido adquiridas con mi dinero. No hay pues que cabrearse porque el personal de las instituciones viva de mi dinero. Hay que refocilarse porque todo es mío. Hasta la Roja es producto de mi dinero. (Jo, y yo sin enterarme.)
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