domingo, 1 de noviembre de 2009

PALABRAS DEL AMOR Y EL DESACIERTO
(28-5-2005)
JUAN GARODRI


No está mal empezar el artículo con un endecasílabo heroico, a base de troqueos. Palabras del amor y el desacierto. Garcilaso utilizó profusamente el endecasílabo tomado de la métrica renacentista italiana (somos unos copiones y el afán de renovación impulsa al copieteo de otras épocas y estilos: a Boscán y a Garcilaso se lo ha perdonado la historia de la literatura e incluso se lo ha agradecido, pero los enemigos de Lucía Etxebarria, por ejemplo, aprovechan las oportunidades para echárselo en cara).
Qué belleza la del endecasílabo. Qué artificio lírico apropiado para la expresión amorosa. Qué instrumento poético ajustado a la exaltación de la pena sentimental y lírica : «El dulce lamentar de dos pastores, / Salicio juntamente y Nemoroso…». El lector conspicuo que se haya atiborrado de poesía clásica habrá advertido, supongo, que Salicio y Nemoroso no son algo así como Mauri y su amigo, de la serie televisiva Aquí no hay quien viva. No, qué va. Salicio y Nemoroso se lamentan de que sus amadísimas amadas (Galatea y Elisa, respectivamente) los han abandonado, así por las buenas, y no les hacen ni puñetero caso. Tantas palabras de amor, tanta dulzura, tanto verso onceavo (el endecasílabo es un todo que se divide en once partes, listo), tanto soneto y tanta canción lírica para que luego la helada Galatea lo mandase a hacer gárgaras. Más le hubiere valido al de la Vega no haberse separado de doña Violante Sanseverino para empuñar las armas. Atrás quedaron las encendidas frases de amor. Miles de palabras versificadas para que la crítica posterior se frotase las manos.
Si después de la tempestad viene la calma, después del amor viene el desacierto (no sé si será adecuada la anticomparación). Es el caso que personas que se han amado, después se han acuchillado. Palabras de amor revocadas por el insulto. Frases repletas de cariño envilecidas por el resentimiento. ¡Cuánto desacierto anónimo propiciado por un vocabulario rencoroso! Estas víctimas de amor y desacierto merecen unas líneas de comprensión y aliento. Nadie las conoce. Mascan su desacierto (error amoroso) a solas, inmersas en la pena de lo que pudo ser amor y no lo ha sido. Separación, juzgados y ese venirse abajo de quien piensa que la vida se asienta en una gigantesca, inmensa equivocación.
Sin embargo, y esto es lo cojonudo, no hay como ser rico y famoso para que el desacierto de amor se transforme en acierto apoteósico. Ahí está el caso de Ronaldo, sabe usted, no sé si se ha enterado, la prensa salsarrosera lo ha pregonado ad infinitum. Después de tres meses de ‘no’ boda lujosísima y derrochona en París, Ronaldo se ha separado de Daniela Cicarelli. ¡Qué lástima! C’est dommage! What a pitty! ¡Qué pena morena! ¡Ya no volverá Ronaldo a musitar palabras de amor junto al oído de la Daniela! Ya no volverá a sonreírle (sonrisa dentona y melonera) al llegar al humilde hogar después de las agotadoras horas de entrenamiento y fútbol. Jamás las posaderas de la Cicarelli volverán a calentar el asiento de piel de los coches de lujo del crack (droga derivada de la cocaína, tal vez porque los deportistas de elite constituyen una droga alienante para sus devotos). Cientos de páginas de la prensa r(ap)osa se han deshecho en lágrimas que han salido corriendo de los ojos, salid sin duelo lágrimas corriendo, como en el caso de Salicio.
Una mierda edulcorada y fina las palabras de amor de las estrellas ricas. Un desacierto nebuloso y sórdido las palabras de amor de los peatones pobres.
Termino con otro endecasílabo: A esto nos lleva la idiotez del mundo.

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