jueves, 19 de noviembre de 2009

LOS REYES MAG(NIFIC)OS
(7-1-2006)
JUAN GARODRI


O sea, que entre Thomas Nast (aquel emigrante holandés que popularizó la figura de Santa Klaus en Norteamérica) y Clement C. Moore (que extendió la de Papá Noél por Europa, tierno y vestido de rojo, navegando nubes en trineo de renos, silbando el “we wish you a merry christmas and a happy new year”) se han cargado la iconografía religiosa de los Reyes Magos. Y la del Belén. Porque, progretas como somos (el progresista prepara el futuro, el progreta desprecia el pasado) el Belén huele a trastienda de siglos, los pastorcillos, el molino, el riachuelo de peces que beben en el río, y beben y beben y vuelven a beber, esas cosas, las ovejitas diseminadas entre motas de serrín, la mujer del pan y la silueta de la posada, todo trastos de desván, cachivaches arrinconados en la troje de la inocencia, inservibles recuerdos sustituidos por el árbol de navidad con colgajos luminosos comprados en Carrefour. El Belén transmitía la ética de la adoración con el vellocino de la paz. Los Reyes Magos que venían de Oriente transportaban la ingenuidad del regalo envuelto en la lejana fragancia del incienso. Ahora que han pasado las fiestas, la caravana de los Magos adquirida entre las luminarias del centro comercial ha transmitido la infausta saturación del consumo, ese sabor insípido de la abundancia frágil.
Entre las patas de plástico de los camellos rescueldan los rencores, cada día más atizados y firmes. No acabo de entender la incruenta batalla verbal (no menos dolorosa que sangrienta) a la que se prestan determinadas páginas de la prensa escrita. Estábamos acostumbrados a ello cuando se abría el plazo de las campañas electorales. A pedrada limpia. El personal sabía que la campaña electoral era el tiempo propicio de la promesa y el insulto, casi siempre más promesas que insultos. Ahora no. Ahora los Magos no han traído oro, incienso y mirra. Han transportado la sangre y los conflictos de Oriente como si transportasen los tejidos de Damasco. Saben que tienen sus compradores, un comercio repugnante en el que participan los amos del mundo, saben ustedes, armas y petróleo. Los Magos de Oriente ponen las guerras y los amos ponen lo otro. Y después, a jugar con la ilusión de los niños.
No sé quién haría castillos de naipes, pero la frase corre que se las pela. Así que los castillos de naipes de las ilusiones se desmoronan con rapidez sorprendente, tanto de un lado como del otro. Las armas no son peligrosas, el tabaco sí. Atraído el personal, y seducido, por la exagerada publicidad que promete la victoria sobre el tabaco, trepa a las jorobas de los camellos con la excesiva confianza de proclamarse vencedor en una batalla que es de perdedores. Porque, por muchos artilugios promisorios que cuelguen de las jibas de los artiodáctilos, el día 1 de enero los fumadores han seguido fumando. La mayoría de los bares no han prohibido la humareda, con el razonamiento simple de que quien quiera entrar que entre. Con lo que siguen entrando los mismos, los de siempre, los que acompañan la cerveza o la copa con la chispa olorosa del cigarro. Se convertirán en humo los hipócritas deseos de la Sanidad Pública que pretende salvar a la gente como sea, a la fuerza, por Ley, que es el colmo de la voluntad salvífica. También la Santa Inquisición torturaba para salvaguardar la fe. Y encima la llamaban santa. La Ley Antitabaco pretende acometer la empresa de eliminar el cáncer de pulmón, lo cual que es mentira. Su verdadera intención es ahorrar costes al erario público. Nadie en su sano juicio se traga el bolo del actual proteccionismo exacerbado. Así que los Magos magníficos se deslizarán por las nicóticas estepas de la salud pública y distribuirán puzzles de herbolario para propagar la forma física y el fitness de revista.

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