domingo, 1 de noviembre de 2009

MÁS DE LO MISMO
(9-7-2005)
JUAN GARODRI


La pela es la pela, dicen que dicen los catalanes. Para los políticos que asistieron personalmente a la pasada manifestación del día del orgullo gay, la pela es el voto. Democracia pura.
Yo también estuve en Madrid el día del orgullo gay. No, lector pudibundo, no te turbes. Soy heterosexual. Y a mucha honra. Siento orgullo de ser heterosexual. También los heterosexuales, supongo, podemos proclamar nuestro orgullo aunque no estemos rodeados del olor a naftalina que emana del fondo del armario.
Así que, como te decía, estuve en Madrid el día del orgullo gay pero del año 2004. Era un atardecer muy caluroso de finales de junio y me habían invitado a una lectura poética en “El bosque animado”, travesía de san Mateo, en pleno Chueca. Emilio Sola me recibió cortésmente entre sus cuadros y sus árboles culturales y, mientras esperábamos a que acudiera público, nos tomamos unas cañas. ‘El bosque animado’ es una mímesis, entre mística y provocativa, de eso, de un bosque; una imitación de la naturaleza (realización a la que aspira esencialmente el arte) en la que los árboles que atestan las dos o tres salas del local tienen su tronco y sus hojas, con la única y sorprendente diferencia de que tales hojas no poseen naturaleza vegetal porque son hojas de libros. Es un extraño bar-museo en el que la cultura libresca se encuentra descolocada porque las hojas de los libros, en lugar de constituir su natural tocho encuadernado, se encuentran desperdigadas a la altura del techo conformando las copas de esos atractivos y sorprendentes árboles interiores.
Después de mi actuación salimos a la calle y me sorprendieron la alegría y el bullicio del gentío que confluía por las bocacalles, bien bebidos y bien fumados (y esnifados). Algunos me miraban, instantáneamente sorprendidos, supongo que a causa de mi aspecto pueblerino escasamente adecuado a la progresía y a la desinhibida proclamación ‘homo’ de los circundantes. Los amigos a los que acompañaba me presentaron a algunos de ellos, un poeta de Almería y un escritor de relatos breves barcelonés. No recuerdo sus nombres pero sí recuerdo la afabilidad, la amabilidad, la naturalidad con la que, abrazados a su pareja, me hablaban de poesía, de literatura, de arte, mientras tomábamos la cerveza. Este amplísimo preámbulo viene a cuento de que no tengo nada en contra de las personas que han optado por la homosexualidad como ámbito de realización de sus apetencias sexuales, a pesar de la opinión contraria que me han atribuido algunos tipos de mala baba, usted comprende, esos de la palmada en el hombro que te dicen en la acera, Pues leí tu artículo del sábado. No tengo nada que decir contra la homosexualidad y sus partidarios ni contra la multitudinaria manifestación que protagonizaron el pasado día 3 de julio en Madrid para reclamar sus derechos. Pero, sin embargo, no obstante (ah, la maldita restricción de la coordinada adversativa que tantas trifulcas provoca en los intercambios de opiniones) sí tengo algo que decir en contra de los personajes políticos que encabezaron la manifestación. No pintaban nada allí. ¿Mostraban realmente su apoyo a los manifestantes? El apoyo ya lo mostraron con la aprobación y promulgación de la ley del matrimonio homosexual. No era necesaria, me parece, la presencia física de los políticos en la manifestación. Esta apoyatura prolongada denota una urgencia en la micción política que provoca la meada fuera del tiesto. Porque con su presencia en la manifestación del día del orgullo gay exteriorizaron, al mismo tiempo, su indiferencia, quizá su menosprecio, hacia otro conjunto numerosísimo de ciudadanos que no está de acuerdo con la citada ley. Y los gobernantes tienen que mostrar, aparentar al menos, que gobiernan para ‘todos’, no solamente para quienes los han votado. En caso contrario, apaga y vámonos, democracia.

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