domingo, 1 de noviembre de 2009

EL ACOSO
(11-6-2005)
JUAN GARODRI


Está pero que muy mal hablar de uno mismo, soy consciente de ello. Pero a ver. Cuando uno predice un futuro calamitoso (yo lo predije, aunque narrativa y metafóricamente verosímil) y el personal especializado (desde el punto de vista político) te llama demagogo e ignorante, pues tienes que cerrar el pico y ahuecar el ala. Salvo que la gilipollez mental transitoria te incline a la controversia tozuda, a la disputa (horror de palabro: lo curioso es que procede de ‘putare’, limpiar, pero resulta que el cochino prefijo peyorativo griego ‘dis’ transforma la idea de la palabra a la que se une en la opuesta, con lo que ‘disputa’ equivale a limpieza mal hecha, oséase, que toda disputa genera suciedad y corrupción), con el subsiguiente peligro de morder el polvo y de que se te haga barro en la boca. Pues nada a callar. Y callé.
Fue el caso que en el año 2001 la Editora Regional de Extremadura me publicó una novela, La blanca doble, y no se me ocurrió otra cosa, ¡ah mísero de mí!, que arremeter en ella contra algunos aspectos negativos de la Logse y contra otros no menos negativos del sistema educacional (lo de educativo ya queda antiguo). En la ficción, los hechos narrados ocurren en el año 2017, y creo que exageré la prolongación temporal de los acontecimientos. Porque si los hubiera situado en el año 2005 hubieran encajado, más o menos adecuadamente, en la actualidad que nos rodea y nos preocupa. Me daba a mí mismo un margen de quince o veinte años hasta que dichos acontecimientos se reprodujeran. Me equivoqué en mi visión de futuro. Según abundantes noticias de prensa de finales de mayo y estos primeros días de junio, el mal comportamiento de los alumnos (efectivamente, son pocos en cada Centro; pero suficientes para descoyuntar los parámetros de la educación y la dinámica de la enseñanza), el acoso a los compañeros (hasta el punto de provocar el suicidio de alguno de ellos), el desprecio a los profesores (el 25 % del profesorado reconoce ‘sentir’ agresividad en su entorno laboral) y la burla hacia el sistema confieren a estos grupúsculos o grupos, más o menos diferenciados, un poderío increíble, tanto más sorprendente cuanto más impune es su conducta. Así lo narro en La blanca doble y así parece que se desarrollan los hechos actualmente en muchos Centros de enseñanza de España (o de este país, para ser políticamente correcto). Quizás a causa de estos gravísimos acontecimientos el fiscal general del Estado, Cándido Conde Pumpido, ha anunciado «una enérgica respuesta en Derecho al matonismo escolar» y se ha preguntado «cuántos adolescentes tendrán que suicidarse antes de que las autoridades educativas y judiciales reaccionen con energía ante estos hechos». Los casos de violencia y de agresividad escolar son múltiples, algunos graves, otros gravísimos.
Por poner un ejemplo, según leo en el diario La verdad, en la región murciana los profesores están hartos y han realizado paros de 15 minutos en protesta por «la escalada de agresiones en las aulas», y los sindicatos de la región se han manifestado ante la sede del Gobierno Regional para que atienda sus reivindicaciones para paliar la violencia escolar. Más: en la cena final de curso, el padre de un alumno agredió a un profesor porque éste recriminó al chaval que, completamente borracho, estrelló una botella en el suelo (consulta el caso de Lorca, lector receloso). Más: el padre de un alumno al que se había expulsado por su comportamiento violento pateó al director del Centro, y que se jodiera (consulta el caso de Águilas, lector suspicaz). Estos hechos no son del año 2017: son del 27 de mayo del año 2005. De ahora mismo. Además, hay mucho cabrón suelto que se dedica a denunciar falsamente a profesores y directores. Y aunque el juzgado termine por aclarar las cosas, la moral del profesorado acaba por venirse abajo (consulta el caso de Moratalla, lector incrédulo).
En fin, más corre un galgo que un mastín, le dije a mi tío Eufrasio. Pero al fin y al cabo más corre el mastín que el galgo, me contestó.

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