sábado, 7 de noviembre de 2009

LA TENTACIÓN VIENE DEL ESTE
(17-9-2005)
JUAN GARODRI


Se lo oí contar a Bienvenido García Martín (ya fallecido), catedrático de Geografía e Historia, que fue director durante varios años del Instituto de Enseñanza de Coria. La anécdota se refería a un tipo de Ávila o de Burgos, no recuerdo, que hizo oposiciones a cátedra. Aquellos tiempos en que las oposiciones eran oposiciones, y se celebraban en Madrid. Dos o tres tochos de narices que comprendían los ciento cincuenta temas y, hala, a hincar los codos hasta que las neuronas se convertían en conocimientos. (Los psicopedagogos actuales dirían que los conocimientos son contenidos conceptuales y que éstos son los excrementos de la memoria. Ni caso). Entonces no existía la mecánica estipendiaria del ‘concurso-oposición’, por lo que el que sabía, sabía, y nadie se arrimaba al recurso del baremo (triunfo sindical y laudatorio, sin duda) por años de servicio, por cargos académicos desempeñados y por cursos de perfeccionamiento. Bien. El tipo de Ávila o de Burgos, no recuerdo, se presentó a las oposiciones de Geografía e Historia con el mismo aire del que se dispone a machar garbanzos y fue, el tío, y sacó el número uno de toda España. (Entonces España era España y no era ‘Este País’, creo que lo he dicho en alguna otra ocasión). Si tendría el tipo testículos, que sorprendió a propios y extraños, porque va y renuncia a la elección de plaza. Y se volvió a su pueblo y se quedó sin plaza, naturalmente. Preguntada la causa, respondió que era su voluntad opositar de nuevo al año siguiente porque había apostado el pinar con un su primo de Ávila o de Burgos, no recuerdo, a que sacaba por segunda vez el número uno, pero esta vez en la materia de Lengua castellana y Literatura. Transcurrido el año, en centro y local distintos pero con el mismo aire de machar garbanzos, se presentó a oposiciones a cátedra en Madrid. Y fue el tío y sacó por segunda vez consecutiva el número uno. Volvió a sorprender a propios y extraños porque adoptando de nuevo una actitud desacostumbrada entre opositores de cualquier calaña, renunció a la elección de plaza argumentando que no le interesaba la lengua ni la literatura y porque, además, había apostado la viña con un su amigo de Ávila o Burgos, no recuerdo, a que sacaba por tercera vez el número uno. Y así fue. Al año siguiente, el tío bestia, volvió a sacar el número uno, aunque esta vez en la asignatura de matemáticas. Con la camisa desabrochada porque hacía calor y mordisqueando un bocadillo de anchoas envuelto a medias en papel de estraza, se permitió el lujo de terminar los ejercicios propuestos en menos tiempo del que se tarda en decirlo. Y va el tío y renuncia por tercera vez a su plaza. Preguntada la causa, respondió humildemente que lo suyo era el campo y no la cátedra, y que la cosa de los libros era por entretenimiento entre cosecha y cosecha de remolacha. Admirado quedó todo el mundo por las, al parecer, extrañas e insólitas determinaciones del opositor de Ávila o de Burgos, no recuerdo, en especial los personajes pertenecientes al reputado mundo de los libros en general y de la docencia en particular, que lo tildaron de loco y desquiciado.
No es cuento lo que acabo de relatar sino acontecimiento verdadero, aunque adornado por mi parte con alguna amplificación admirativa. Sirva de ejemplo a todos cuantos este artículo leyeren y les procure discernimiento para evitar caer en la tentación del orgullo profesional docente, el móvil de última generación con conexión wi-fi a Internet, el Audi A6 2.0 TDI Multitronic, el sistema de audio portátil con iPod photo, el Home Cinema inalámbrico y los viajes veraniegos, de inefable sustancia glamourosa, a las islas del Pacífico. Para luego contarlo a los colegas el primer día de clase.

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