sábado, 7 de noviembre de 2009

LA COSA DE LOS BLOGS
(27-8-2005)
JUAN GARODRI


Yo no conocía la cosa de los blogs. Descuidado que es uno en la búsqueda de información actual. Pero un buen día, curioseando en las páginas digitales de HOY, me encuentro con lo siguiente: “Blogs.hoy.es – Hazte oír – publica tus ideas – comparte opiniones – tu página personal – publica tus noticias”. Y me quedé perplejo. Qué coño es un blog, me pregunté turbado. Así que me dirigí a las estanterías y tomé el english-spanish para averiguar la traducción. Pero nada. Está visto: los libros que uno ha comprado valen para poco, quiero decir, valen para mucho, pero con ellos se cumple inexorablemente la ley de Murphy porque, en situación de necesidad, no encuentras en ellos lo que pretendes encontrar, por más que buscas. Así que, para mi sorpresa, lo de blog no existía en el diccionario. El término ‘blog’ debe ser neologismo de reciente acuñación, pensé, porque no aparecía por ningún sitio. ¿Qué iba a hacer, pobre de mí, sin saber qué es un blog? Tendría que caminar hundido en la miseria de la ignorancia cibernética, sacudido por las convulsiones del analfabetismo tecnológico. Después de no pocas pesquisas y averiguaciones, logré identificar la palabra. Ya, gracias a Dios, conozco el significado de blog, y el de weblog, y el de blogosfera y blogómetro y hasta el de bloguero (que viene a ser algo así como un blogata empecinado en manifestar opiniones y en compartirlas). Porque la adicción a los blogs es tremenda. El individuo/a que pasa de bloguero normal a blogata compulsivo corre el riesgo de metaforizar la pantalla de su portátil y convertirla en una fértil pradera opinante, para que el resto de ciudadanos del mundo, globalización y todo eso, pueda pastar la nutritiva hierba de la opinión ajena que alimente sus neuronas para conseguir que todo los llame, unos hacia otros: el pasado conspira por el presente y el presente conspira por el pasado (ostras, me ha salido un alegato propio de las Crónicas de El Imparcial). En fin, cuando Jorn Barger puso en circulación la cosa del blog en diciembre de 1997 no sabía el circuito abierto que desencadenaba en el impulso opinante de la ciudadanía. O quizá sí lo sabía y por eso lo webalizó (¿existe el palabro? Ahí queda). Ahora sabemos (según leo) que los blogs se utilizan para filtrar información (cuando es sabido que la saturación informativa produce deformación), organizar negocios (con lo que la utilización del móvil puede irse a tomar por saco), compartir noticias familiares (y chafar las prolijas peroratas de fijo a fijo entre suegra y nuera), establecer relaciones profesionales (adiós a la publicidad impresa de ofertas de trabajo), fomentar el cambio social (despatarradas quedarán las reuniones asociativas, de Ong’s, por ejemplo) y reflexionar sobre el sentido de la vida (con lo que llegará el día en que las asociaciones filorreligiosas se extingan por consunción). Y no queda ahí la cosa. Hay blogs que se meten contra los políticos. Politicuchos. Así los califica un blog que aparece en periódico de tirada nacional. “La torpeza de los políticos españoles parece no tener límites. Los informativos ofrecen cada día una imagen más penosa de los políticos españoles, esa subespecie humana escasamente evolucionada que se caracteriza por su torpeza y sus malos modales”. ¿Tan idiotas son los políticos y tan listos los que no se dedican a la política? El relativismo al servicio de los intereses generales de la vida. John Dewey lo dejó asentado: el concepto de verdad no es ya un asunto teorético sino una práctica descarnada. Así lo entienden los más de ciento cuarenta y seis millones de blogs que serpentean por Internet.

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