sábado, 7 de noviembre de 2009

DESASTRES
(16-7-2005)
JUAN GARODRI


Pues nada, que va un amigo y me dice que si no conozco una web que es cojonuda, vamos, que a través de ella te enteras de todo cuanto ocurre en el mundo y estás superinformado. Caí en el cepo como un pardillo y, nada, pues que me dediqué a visualizar en el monitor un periódico tras otro. Recorrí algunos titulares y, horror, todo era violencia, sangre, destrucción, terrorismo, asesinatos, bombas y muerte. Todo era (es) mierda. Un mundo en el que los seres humanos se destruyen con esta feroz contundencia es un mundo de mierda.
Así que hoy va la cosa en plan depresivo y cochambroso. Puede pensar alguien, quizá con razón, que no está el horno para hablar de temas deprimentes, y que por esta causa las televisiones intentan alegrar al personal con mucha fiesta, mucho bailoteo, mucho aquí hay tomate, mucha pasión de gavilanes y mucho amarte así, frijolito, que hasta los títulos de las telenovelas son encomiásticos, tarugones y alegradores. Pero yo no, yo no valgo para alegrías fiesteras porque me aplasta de vez en cuando la horrenda sensación de estar chapoteando en un charco de mierda. El ser humano se odia. Pienso que Friedrich Wilhelm Joseph Schelling (muy típico entre los alemanes del siglo XVIII arrimarse a tres o cuatro nombres, aunque no creas, yo también conocí un tipo que se llamaba Jorge María de la Concepción Eduardo), así que pienso que Schelling veía visiones, dentro de un idealismo más romántico que objetivo, cuando escribía su tesis sobre el pecado original y consideraba el mundo como una obra de arte divina. Condiscípulo de Hegel y Hölderlin en el seminario protestante de Tubinga, muchos de sus abundantes escritos propiciaron el rechazo fulminante de Nietzsche: “la filosofía alemana está viciada por la sangre teológica”, dijo. Todo lo malo que hay en el mundo procede del pecado original, todo lo bueno, racional y bello procede de la voluntad de Dios, pensaba Schelling. Nietzsche lo mandó a hacer gárgaras con agua bendita. En este sentido, más o menos irrespetuoso, un reciente chiste de Máximo, sí, creo que era de él, reflejaba la angustia irónica de un ser humano que pregunta al divino hacedor: «¿Por qué te has empeñado en darme un alma tan propensa a la violencia, a la destrucción y al exterminio de mis semejantes?». Y, ya puesto en plan deprimidamente sublime y citador, cito a su vez a Juan Luis Panero, no sé si lo he leído en algún poema suyo, creo que sí: «El odio nos iguala». No nos iguala la solidaridad, ni la lealtad, ni la comprensión, ni la democracia, ni la bondad, ni la fidelidad, ni la misericordia, ni la ternura, ni la clemencia. Nos iguala el odio. Un mundo que utiliza el rasero del odio para igualarnos es un mundo de mierda. Vean si no los titulares de ayer en la mayoría de la prensa electrónica: 32 niños muertos por un coche-bomba al este de Bagdad; 5 millones de personas morirán de hambre en África y más de 800.000 niños pueden morir por inanición en Níger; una cafetera-bomba estalla delante del instituto de cultura italiano en Barcelona; 53 muertos en atentado terrorista en Londres; cuatro explosiones en Amorebieta; desalojan el metro en Polonia y Rusia por amenazas de bomba; atentado suicida en Tel-Aviv; atentado en Beirut contra el ministro de Defensa: el ministro murió junto a dos personas más y 12 resultaron heridas; 3 muertos y 15 heridos en explosión por coche bomba en Beirut; tiroteo en la facultad de matemáticas de la universidad de Bolonia.
No todo eran atentados, sin embargo. También leí alguna noticia alentadora, por ejemplo: Alberto II de Mónaco, jefe de Estado. (Lo cual que no sé si constituye un atentado a las instituciones monárquicas dado que el príncipe de Mónaco es un payaso (Alfonso Ussía) con una fortuna superior a los 2.000 millones de euros y más de 130 novias adjudicadas (Interviú). Mierda en bote concentrada. Este mundo de ricos.

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