jueves, 8 de abril de 2010

TRANSGRESIÓN
JUAN GARODRI
(24-3-2010)


Quevedo tuvo sus problemas con la censura para publicar los «Sueños» en 1610. El censor encontró irreverencias contra las Sagradas Escrituras en algunas citas del autor. En definitiva, el Santo Oficio amonestó a Quevedo que tuvo que contentarse con publicar una edición expurgada en 1631. Y eso a pesar del carácter satírico que el escritor pone en su libro con la pretensión de conseguir un fin moral y no el «escándalo y reprensión de las personas sino de los vicios».
Benedicto XVI ha dedicado sus palabras del Angelus dominical, del pasado día 21, a hablar del pecado. Refiriéndose al escándalo internacional provocado por los numerosos casos de pederastia llevados a cabo por curas irlandeses y alemanes, afirmó, con deseo evangélico sin duda (el episodio de la mujer adúltera), que había que tener intransigencia con el pecado y perdón para el pecador. Y digo yo que a ver cómo se es intransigente con el pecado, que carece de identidad física. Habrá que mostrar intransigencia con la persona que realiza la acción pecaminosa. Porque el pecado como tal no es más que un concepto, una “expresión” de la vida espiritual del sujeto, una noción doctrinal elaborada por medio de una lista de acciones (una axiología de la naturaleza de los valores) consideradas como ‘malas’ —en oposición a la lista de acciones consideradas como ‘buenas’— y puestas en acto por seres humanos. Actos humanos, indudablemente. Actos que proceden de la voluntad del hombre. Actos realizados con plena advertencia y deliberación, con uso de las facultades específicamente racionales. Porque no creo que los pederastas cometan sus abusos sexuales dormidos, hipnotizados, borrachos o coaccionados por terceros.
Hay que tener en cuenta, además, que la pederastia no sólo es un pecado (contrario al sentido cristiano de la moralidad), sino un delito. Y como delito debe ser castigado conforme a su tipicidad jurídica en el código penal. Resultaría incomprensible que la suprema autoridad judicial dijese que en los casos de abuso sexual grave, por ejemplo, habría que perseguir la violación pero perdonar al violador.
He leído en Internet, esa maldita red de (des)información gigantesca que, bíblicamente, el pecado sexual solamente existe dentro del matrimonio (de ahí el caso evangélico de la mujer adúltera). Entre solteros no hay pecado. Y citan el pasaje de Mateo 19, 16-19. El joven que pretendía conseguir la vida eterna. Búscalo, lector amigo, léelo y saca tus propias conclusiones.

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