viernes, 4 de junio de 2010

VIVÍS DE MI DINERO
JUAN GARODRI
(2-6-2010)

Aletea por los aires de Internet un artículo, firmado por un tal Oscar Molina , que no sé si calificar de libelo porque es un escrito en el que se denigra a quienes nos gobiernan, o de elogio de los gobernados porque en él se manifiesta que son éstos, y no aquéllos, los dueños de los dineros públicos. ¿Qué pensar? ¿Es realmente el gentío el dueño de la pasta?
Cuatro son los objetivos que se intentan derribar en esta batalla de la descalificación: Los miembros del Gobierno Central, los gobernantes de las diecisiete autonomías, los sindicatos de clase y el mundillo en general del arte y de la cultura.
Dejando aparte la resentida exageración del artículo, sí parece apropiado deducir que, efectivamente, los cráneos privilegiados que dirigen nuestros destinos (los gobiernos), o los de quienes nos defienden (los sindicatos), o los de quienes pretenden que nos creamos la cultura, son cráneos arrimados a un cuerpo que consume ingentes cantidades de dinero que, en realidad, es nuestro, es decir de los gobernados, porque los erarios públicos se nutren de nuestros impuestos. Así que me entristezco muchísimo y mi ánimo se torna enlutado y sobrecogido cuando observo que los enjambres que confeccionan la melaza del Gobierno Central y de las Autonomías, los de las Diputaciones y Ayuntamientos liban sin cesar en la flor de nuestros impuestos, y nos dejan resecos y sin alimentación propia. Exhaustos.
Pero también ocurre lo contrario, es decir, mi ánimo exulta lleno de alegría y, quieren creerme, hasta doy saltos de puro contento, cuando admiro las aceras de todos los pueblos de España, y sus paseos y farolas, y las residencias de la tercera edad, y las casas de cultura, y los pabellones deportivos, y las piscinas municipales, porque pienso que son míos: han sido construidos con mi dinero. Me siento, qué quieren que les diga, como un nuevo rico bien trajeado de posesiones. Y hasta los aviones y los tanques del Día de las fuerzas Armadas dispararon mis alegrías porque, al contemplar aquellas maravillas de la tecnología bélica, pensaba que eran mías porque habían sido adquiridas con mi dinero. No hay pues que cabrearse porque el personal de las instituciones viva de mi dinero. Hay que refocilarse porque todo es mío. Hasta la Roja es producto de mi dinero. (Jo, y yo sin enterarme.)

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