jueves, 11 de marzo de 2010

REBELIÓN
JUAN GARODRI
(3-3-2010)


Ya saben ustedes, el ciclogénesis explosivo, la tormenta perfecta, la bomba meteorológica, todo eso. Lo apreciamos como una ‘maldad’ cosmológica. Como una catástrofe telúrica. Existe sin embargo una pureza insólita en la rebelión de la naturaleza. Que propiamente no es rebelión. La naturaleza obra así, naturalmente. Nietzsche habla de la rebelión de los esclavos, Ortega de la rebelión de las masas. Pero lo hacen más como un deseo de rebeldía que como un hecho. No me suena que filósofo alguno haya hablado de la rebelión de la naturaleza. La naturaleza es inocente en sus actuaciones violentas. No existe una venganza geomorfológica que la impulse a la destrucción. La misma castidad natural converge en la belleza estética de un atardecer sonrosado y diáfano que en la violencia aterradora y desastrosa de un terremoto. El ser, en su pura y desnuda realidad, la naturaleza y todo el devenir natural, es lo verdaderamente bueno y valioso. Tal vez somos nosotros, los seres humanos, quienes provocamos la irrupción violenta de la naturaleza porque alteramos su tranquila respiración cósmica. He leído por ahí, puede ser cierto, que los países desarrollados efectúan pruebas nucleares en los fondos marinos. Desde la primera prueba nuclear en julio de 1945, en Alamogordo, Nuevo México, hasta hoy día se han llevado a cabo más de 2.300 pruebas nucleares, la mayor parte de ellas distribuidas entre Estados Unidos y Rusia. Después de la Segunda Guerra mundial empezaron a experimentarse en los fondos marinos (islas Marshal) por EE.UU. y en el archipiélago de Nueva Zembla por Rusia. Las gigantescas explosiones nucleares bajo las aguas producen la alteración de las corrientes marinas y alteran, por lo tanto, los ciclos de las lluvias. También originan corrimientos de tierras que, en su desplazamiento, se erigen en el epicentro de terremotos devastadores, con sus correspondientes maremotos y tsunamis. Haití, Japón, Chile, son pruebas recientes de ello. El mal no viene de la naturaleza. El mal viene de los hombres.
Por eso no acabo de entender lo de ‘tormenta perfecta’. Así como toda certidumbre genera su correspondiente incertidumbre, así toda perfección genera su correspondiente imperfección. Para que aparezca una tormenta perfecta, tienen que estallar otras que sean imperfectas. ¿En qué consiste la imperfección de una tormenta? El mal también tiene su sentido teleológico. Sirve para contrastar el bien que, ausente el mal, difícilmente podríamos apreciarlo. Aunque nos duelan las imágenes de destrucción y muerte.

No hay comentarios: