jueves, 20 de mayo de 2010

El POLICÍO DEL ESQUINO
JUAN GARODRI
(12-5-2010)

Hace unos días, en la sección de Cartas al Director de este periódico, una lectora manifestaba su descontento por la utilización equivocada que se hace del género. Tenía razón, a mi modo de ver. Las palabras de género masculino están sufriendo una transformación morfológica para ser utilizadas por el hablante con el género femenino, siendo así que es patente la inutilidad léxica de este procedimiento. Desde el famoso ‘miembra’ de la ministra, se proyectan hacia el femenino palabras de género masculino que, al englobar en el uso ambos géneros, no necesitan de tal proyección. Achacan el desmadre lingüístico a los políticos, y a las políticas, tendré que añadir. En su encomiable afán de igualar (por abajo) a todo cristo, empiezan a sacudir en los mítines los soniquetes de compañeras y compañeros (¿por qué no colegas y colegos?), todo tan políticamente correcto. Olvidan que la corrección política frecuentemente es incorrección lingüística y que la norma política no tiene por que sobreponerse a la normativa lingüística.
Muchos políticos y muchas políticas, que entienden poco de morfología y sintaxis, vale, algunos políticos y algunas políticas, vale, pocos políticos y pocas políticas, confunden la velocidad con el tocino y consideran sexista la utilización del masculino para englobar al femenino. Así pues, hay que separar ambos géneros porque la mujer no puede considerarse menos que el hombre en la utilización de la terminología lingüística. De lo contrario, habría que organizar un batiburrillo repetitivo e insalubre, dañoso a la salud del idioma. Ignoran que el léxico se refiere exclusivamente a las palabras, no a las personas, y que para las palabras es indiferente el masculino o el femenino. Se limitan a distribuir su valor significativo al entrar en relación unas con otras.
Ocurre pues que el afán depredador de igualdad surgido de la progresía femenina, expresa su orgullo equiparándose verbalmente al masculino, sin tener en cuenta el factor de economía lingüística que contribuye de alguna forma a la precisión semántica de la palabra, sin pretender en absoluto herir la sensibilidad femenina cuando es absorbida por el género masculino. Y que, por otra parte, la necesidad de precisión expresiva queda suficientemente satisfecha con uno de los dos géneros.
Y puestos a hablar de igualdad, tendrían también que despeluzarse las palabras femeninas que absorben al masculino porque si no se nos va a cabrear el policío del esquino.


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